Capítulo 28

by Cherry Chic

 

Tres días después de subir a planta ocurren varias cosas alucinantes y a las que no encuentro mucho sentido.

La primera es que mi tío Álex llega, por fin, a Los Ángeles, acompañado por mi tía Eli y Valentina, Amelia, Einar y mis tres primos Björn, Lars y Eyra. Lo alucinante no es eso, sino que viene calmado, sin soltar tacos ni improperios. Sospecho que mi tía Eli lo ha puesto en su sitio antes de entrar en la habitación.

La segunda es que todos, y me refiero a TODOS, han conseguido meterse al mismo tiempo en mi habitación, cabreando un montón a los enfermeros que, evidentemente, los han pillado.

La tercera es que Oliver se comporta de un modo muy muy extraño desde que mi familia llegó. Quiero pensar que está nervioso, pero es como si intentara pasar desapercibido todo el tiempo. Apenas habla cuando hay gente en la habitación y, si puede, se va y vuelve en las raras ocasiones en las que me quedo sola o solo me acompaña mi madre. Es raro, se lo he comentado, pero ella cree que solo intenta esquivar a mi padre.

—Y hace bien —me dice—. Ya sabes cómo se pone…

—Debería empezar a llevarlo bien —le digo en un momento dado.

—Eres su niña, cariño. Para él es difícil.

—También soy tu niña y no te pones así. ¡Y sería más propio de ti!

—¿Qué quieres decir?

Pongo los ojos en blanco y sonrío.

—Sabes perfectamente que eres una intensa. Aquí, a cometer actos completamente imprudentes o imprevistos, lo llaman hacer “julietadas”.

—Ah, sí, lo sé desde hace mucho —dice riéndose.

—¿Sí?

—Sí, claro. Estos se creen que pueden engañarme, pero, nena, yo soy la jefa. —Nos reímos, pero cuando hago una mueca de dolor, porque las costillas me arden, me mira con cara de arrepentimiento—. Volviendo al tema de tu padre… Creo que esta vez está encajándolo mejor. Fíjate en que no se ha mostrado pasivo-agresivo con Oliver.

—Eso es porque no se hablan.

—¡Claro que se hablan!

—No, mamá. Fíjate. Cada vez que papá habla, Oliver intenta borrarse del mapa. Y cuando habla Oliver, papá no le hace ni caso. —Intento que no me afecte, pero la voz se me toma un poquito de todas formas—. Sé que pasa algo, pero ninguno de los dos va a contármelo.

—¿Piensas que han discutido o algo así? Emily, papá me lo hubiese contado.

—¿Tú crees?

—El poli no me esconde nada.

Guardo silencio. Mi padre siempre ha sido completamente sincero con mi madre y con nosotras, es cierto, pero estos días está actuando de un modo demasiado extraño. Me gustaría pensar que es por los nervios, el estrés del viaje a toda prisa y la preocupación por mi estado de salud, pero mi instinto me dice que hay más y, cuando miro fijamente a mi madre, sé que ella también lo piensa, aunque no lo diga para no sumarme preocupaciones.

—Da igual, ya lo irá asumiendo, supongo.

—Oye… —Mi madre chasquea la lengua—. No lo defiendo, de verdad. Sé que se pone muy intenso y eso puede resultar muy molesto. Hablaré con él, pero intenta entender que está nervioso y su cabeza irá a todo tren ahora mismo. Eso no quiere decir que no se alegre por Junior y por ti. —Hago una mueca de escepticismo y ella aprieta mi mano—. Seguro que se alegra, Emily. Es tu padre, solo quiere tu felicidad.

—Lo sé —digo con un suspiro—. Es solo que…

La puerta de la habitación se abre y la última cosa alucinante del día entra con paso indeciso y retorciéndose las manos en un gesto nervioso.

—Hola, Emily. No sabía si estarías ocupada. Puedo venir en otro momento y…

—Hola, Brittany —digo con cierta incredulidad—. Adelante, ella es Julieta, mi madre.

Brittany saluda y mi madre cambia su actitud de extrovertida a reservada en un solo segundo. Es evidente que sabe de qué Brittany se trata.

—¿Cómo estás?

Trago saliva. No sé cuál sería la respuesta correcta. No estoy bien a nivel físico, eso es evidente, pero es mucho peor el psicológico. Llevo aquí varios días y, a menudo, me descubro pensando qué pasaría si el padre de Brittany supiera dónde estoy ingresada. Ni una sola vez he preguntado por él, porque no quiero saber qué ha ocurrido. Imagino que, si su mujer y su hija llevan tantos años aguantando malos tratos, no han decidido denunciarlo tampoco esta vez, y eso me duele, porque él casi acaba conmigo. De verdad pensé que acabaría conmigo. Por un segundo, incluso el pensamiento de que su padre viene con ella me asalta, llenándome de un miedo extraño y poderoso. Un miedo que no había sentido nunca antes y del que me temo que va a costarme desprenderme.

—Mejor.

Ella se queda en silencio y mi madre, para mi sorpresa, se levanta, dispuesta a marcharse. Me quejo en el acto.

—Quédate —le pido.

Ella me mira muy seria, asiente una sola vez y se sienta. Coge una revista y se pone a leerla, intentando darnos privacidad. Julieta León puede estar muy loca, pero sabe cuándo hacerse invisible. O lo intenta, al menos.

—Oye… —Brittany se acerca un poco más y su voz sale entrecortada, dubitativa—. Siento mucho todo lo ocurrido. Sé que ahora mismo debes odiarme, pero…

—No te odio. —Ella me mira sorprendida—. No te odio, Brittany. No tienes la culpa de lo que hizo él, pero tengo miedo. —Siento la tensión que eso provoca en mi madre, pero no me detengo—. Me da miedo que me den el alta, por si él me encuentra. Me da miedo, incluso, que me encuentre aquí, y eso es peor que los golpes físicos.

Ella me mira sorprendida y no entiendo el motivo. ¿De verdad está tan ciega? ¡Ella misma debería tener pánico a vivir con ese monstruo! Sé, como psicóloga, que seguramente Brittany tendrá que pasar por un proceso muy duro para alejarse de esa casa y ese hombre algún día, igual que sé el modo en que un maltratador puede someter a sus víctimas para que nunca lo abandonen, pero eso no evita que una pequeña parte de mí quiera zarandearla y hacerla salir de esa casa a toda costa.

—Intenté defenderte.

—Lo sé.

—¿Qué es lo último que recuerdas, Emily?

Hago memoria. Me visualizo en el suelo, en posición fetal, con los brazos por delante para intentar protegerme y recibiendo patadas sin ton ni son. Era completamente incapaz de defenderme, aunque lo intentara. Apenas podía respirar, sentía la sangre en la boca y, aunque oía los gritos de Brittany, no podía ver nada, salvo sus zapatos acercándose una y otra vez a una velocidad de vértigo. Se lo cuento. Le describo cómo me sentí, porque quiero que entienda hasta qué punto es peligroso su padre. Lo hago, aunque vea de soslayo a mi madre contener la respiración y hervir de ira con cada palabra que sale de mi boca. Lo hago porque necesito, después de todo, que Brittany abra los ojos y se dé cuenta de que tiene que salir de ahí cuanto antes. Lo que no esperaba, ni en un millón de años, era su respuesta.

—¿Sabes por qué paró? —Niego con la cabeza y ella suspira—. Mi madre le estampó un jarrón en la cabeza. Se tambaleó hacia atrás e intentó cogerla, pero cayó en redondo y se dio con el pico de la mesa. Murió en el acto.

Miro fijamente a Brittany y no sé si me sorprenden más sus palabras o el alivio que recorre cada extremidad de mi cuerpo. Nunca, ni una sola vez en mi vida me he alegrado por la muerte de alguien… hasta hoy. Me alegro. Me alegro profundamente de que esté muerto y no pueda llegar a mí, pero también de que no pueda llegar a ella y a su madre.

—No voy a decirte que lo siento, porque no es así —admito—. De hecho… creo que acabas de darme la mejor noticia de mi vida.

Ella sonríe un poco, aunque sus ojos están carentes de alegría.

—Tranquila. Yo misma lo celebro interiormente cada día. Él… —Traga saliva, esto es duro para ella, y valoro muchísimo el esfuerzo que está haciendo—. Hizo de la vida de mi madre un infierno, Emily. Le pegó tantas veces que me parecía un milagro que ella se siguiera teniendo en pie. A veces no entendía cómo caminaba, con las cosas que él le hacía… y me hacía. —El dolor invade mi pecho—. Vengo a saber cómo estás, pero también a darte las gracias. Y suena fatal, pero las dos hemos estudiado lo mismo y sé que lo entenderás. Te doy las gracias porque, a pesar del resultado para ti, nos hemos librado para siempre de él. Si tú no hubieras venido, imagino que habríamos pasado la vida entera sometidas.

—Quiero pensar que en algún momento habrías salido de allí —digo con suavidad.

—No. —Sonríe con tristeza—. No lo creo. No podía dejar a mi madre, y ella era completamente incapaz de dejarlo. El día que viniste, sin ir más lejos, acababa de pegarle, por eso estaba tan alterado —Traga saliva—. Que mi madre no lo dejara pese a todo me genera sentimientos contradictorios, no te creas, pero es mi madre. Ha intentado protegerme toda su vida y, si estudié psicología, fue para poder entender su mente, entre otras cosas.

Me sorprende ver esta faceta de Brittany. Me sorprende muchísimo y me hace reflexionar acerca de lo que vemos de las personas, la impresión que nos causan y cómo son realmente. Brittany no ha sido buena conmigo, eso es cierto. Se ha reído de mí en incontables ocasiones y eso no está bien, pero eso no quita que haya sufrido mucho en la vida y merezca la oportunidad de ser feliz. Solo espero que la encuentre y, en todo esto, halle paz. Dudo que lleguemos a ser amigas algún día, porque su presencia siempre traerá recuerdos del peor momento de mi vida, pero deseo que le vaya muy bien en la vida.

—Espero que ella lo esté llevando bien.

—Está… —Se ríe con sarcasmo y niega con la cabeza—. Está aceptando que por fin es libre, después de toda una vida. Creo que no sabe muy bien qué hacer con esa libertad, pero ahora tiene el tiempo de decidirlo sin que nadie esté presionándola o golpeándola.

—Eso es muy bueno —susurro.

—Lo es. —Suspira y, como si no supiera qué más hacer, abre el bolso bandolero que trae colgado y saca un paquetito envuelto en papel de regalo—. Toma, es una tontería; uno de mis libros favoritos. Pensé que te haría más amena la estancia en el hospital. Es insignificante en comparación con el daño que mi familia te ha hecho, pero…

—No ha sido tu familia —contesto, segura de mis palabras—. Él fue el único responsable. Tu madre y tú sois víctimas, como yo.

Brittany traga saliva, visiblemente emocionada, y asiente una sola vez antes de darme el paquete. Lo abro con ayuda de mi madre, porque mi brazo escayolado me impide moverme con facilidad. Me sorprende un montón encontrarme con un libro de fantasía juvenil reconocido mundialmente.

—Me encanta ese libro. No sé si eres muy fan del género, pero, si no es así, dale una oportunidad. Es droga pura.

Me río, agradecida por el regalo y asiento en su dirección.

—No lo he leído, así que lo empezaré hoy mismo. Gracias.

Ella sonríe de vuelta, pero la tensión sigue siendo palpable.

—Me marcho ya, sé que necesitas descansar. Espero que puedas volver pronto al campus. Se te echa de menos. —Bufo y, para mi sorpresa, se ruboriza—. No te volveré a tratar así nunca más, Emily. Ni dejaré que nadie lo haga.

Se despide de mí apresuradamente, como si decir esas palabras la avergonzara. Creo que así es. En realidad, creo que Brittany ha pasado por un montón de fases desde que su padre murió hasta llegar aquí. Seguramente le quede mucho por analizarse aún, y espero que le vaya realmente bien, pero sigo pensando que nuestros caminos van a permanecer separados para siempre.

—Los hombres así no deberían tener hijos, ni familia —susurra mi madre a mi lado—. Esos monstruos…

Se emociona tanto que carraspea. Imagino que, como madre, no es fácil para ella ver el modo en que me han tratado. Incluso verme aquí, escayolada, con la herida del tórax y la cara amoratada debe ser muy complicado. En ese momento entra mi padre, con profundas ojeras y la mandíbula tensa, y me doy cuenta de que, desde que llegó, apenas se ha acercado a mí, así que le sonrío y levanto la mano que no tengo lesionada.

—Eh, poli, ¿me das un beso?

—Claro que sí, princesa —murmura él con una sonrisa y la mirada iluminada. Se acerca, besa mi frente y me mira con una dulzura que me toca por dentro.

—Gracias por ser el mejor padre del mundo —susurro—. Y por luchar siempre por nuestra felicidad, incluso por encima de la tuya propia.

Mi padre me mira visiblemente sorprendido y, al cabo de unos segundos, la emoción embarga su rostro. Sé que Diego Corleone no es perfecto, pero nunca, ni una sola vez ha hecho algo para impedir que mis hermanos o yo seamos felices. Al revés. Siempre ha remado a favor. Y sí, es cierto que tiene ese pique absurdo con Adam, pero también hay que decir que mi cuñado disfruta un montón picándolo y mucho de lo que se dicen, no es en serio, o eso quiero pensar.

Oliver entra en la habitación en ese instante y, cuando percibo la tensión de ambos, algo me pincha por dentro. Sé que no debería pensarlo, pero es que, del mismo modo que creo que la relación de tira y afloja de Adam y mi padre no es en serio, creo que hay algo muy palpable entre Oli y él. Probablemente el carácter serio de Oliver no ayude, porque sé que no encajará las puyas como lo hace Adam, pero aun así…

—He visto a Brittany salir del hospital. ¿Ha venido aquí? —pregunta Oliver desde la puerta. Asiento y él hace amago de acercarse, pero entonces mira a mi padre y se para en seco—. ¿Estás bien?

—Sí. Vino a contarme que su padre está muerto. —La mirada de comprensión de Oliver me dice todo lo que necesito—. ¿Lo sabías?

—Sí, pero quería contártelo cuando estuvieras un poco más recuperada. —Se frota la frente—. Lo siento, debería habértelo dicho antes.

Puedo entender sus motivos. No estoy molesta, ni mucho menos, pero me sorprende que, ni siquiera después de sus palabras, se acerque a la cama.

—Está bien, no pasa nada. —Él asiente, serio—. ¿No vas a entrar?

Un segundo. Ese es el tiempo que tarda en mirar a mi padre de soslayo. Un solo segundo; suficiente para saber que ocurre algo que no me cuentan.

—Luego. Tengo que revisar un par de cosas.

—Tu turno ya ha acabado —le digo con la mirada entrecerrada.

—Sí, sí, pero es una conversación pendiente con un compañero. Luego nos vemos, ¿vale?

No espera una respuesta, sale de la habitación dejándome preocupada, porque sé que ocurre algo, pero cuando miro a mi padre veo tal seriedad en su rostro que algo se encoge en mi interior.

No hago preguntas. No las hago, porque tengo demasiado miedo a las respuestas. Dejo que el tiempo pase, mis padres salen a comer, Oliver viene, como si supiera que estoy sola, probablemente porque así es, y cuando se sienta a mi lado le suelto parte de lo que siento. Solo una parte, la que no puedo retener más.

—¿Vas a dejarme? —Su mirada sorprendida es un halo de esperanza.

—¿Por qué dices eso?

—Estás raro. Apenas te has acercado a mí desde que mi familia llegó y… —La voz se me atasca, lo que me da una rabia enorme, pero me obligo a continuar—. No sé si es porque vas a dejarme o…

—He discutido con tu padre —admite.

Y sus palabras tan sinceras me pellizcan por dentro.

—¿Ha sido grave?

Su silencio inicial sirve como respuesta, pero de todos modos él se decide a hablar y lo confirma.

—No ha sido bonito.

—¿Qué te ha dicho?

Niega con la cabeza y se muerde el labio, sonriendo un poco.

—No merece la pena repetirlo. Simplemente hemos cruzado algunos pensamientos y ha dejado claro que no está muy de acuerdo con esto nuestro.

—Él no tiene que estar de acuerdo. Esta relación es nuestra. —Oliver permanece en silencio y me asusto tanto que, cuando hablo de nuevo, mi voz suena temblorosa—. Es nuestra y no vamos a romperla por eso, ¿no?

—Claro que no, pequeña —susurra acercándose a mí.

—Ni siquiera me has besado desde que ingresé en el hospital.

—Tenías el labio hinchadísimo.

—Ya está mejor.

—Sí, ya está mejor —dice sonriendo—. Ya podría besarte.

—¿Tú crees?

Su risa, tan ronca y cercana como siempre, consigue que algo aletee en mi interior. Algo bueno y bonito, no como lo que sentía hace un momento.

Oliver se acerca y besa suavemente mis labios; apenas los roza, temeroso de hacerme daño, pero alzo mi mano libre de escayola y acaricio su mejilla como llevo queriendo hacer días. Dios, lo he echado de menos. Me doy cuenta, teniéndolo así, pegado a mis labios, de que ya no me vale con verlo nada más. Necesito más de él, constantemente, y eso asusta, pero no más que el pensamiento de perderlo.

—No me dejes —susurro sobre sus labios—. Pase lo que pase, digan lo que digan en la familia, incluso mi padre, da igual. No me dejes.

Soy consciente de mi tono suplicante y lo odio profundamente, pero el miedo me carcome. Oliver acaricia mi mejilla y apoya su frente en la mía.

—Pequeña, hace falta mucho más que un poli italiano cabreado para alejarme de ti. Tú y yo, Emily, aunque arda el mundo.

Sonrío, porque es lo mismo que me dijo la noche que decidimos tener una relación. Lo acerco a mí para besar sus labios y me permito ser completamente feliz durante unos instantes.

Por desgracia, la felicidad completa es voluble y efímera. Aparece unos instantes, te hace estallar de alegría y luego se va, dejándote con la vida real; con sus luces y sombras, para poner en equilibrio las cosas.

Mis padres entran en la habitación y, cuando los miro, veo en mi madre una sonrisa radiante al vernos tan juntos que me alegra, y en mi padre una seriedad que me hace sentir como cuando era pequeña y me pillaba haciendo algo que no debía. Intento no venirme abajo ni preguntarle, a las claras, qué le ha dicho a Oliver, pero, por el modo en que él se separa de mí, aprieta mi pierna y sale de la habitación, sé que no ha sido solo una discusión, como ha intentado hacerme ver.

Por eso, cuando mis padres toman asiento, miro a mi padre e intento que la voz me salga firme. No lo consigo del todo, pero eso no me hace retroceder.

—Es el hombre de mi vida y lo conoces desde que era un niño. Podría haberme enamorado de cualquiera, pero lo he hecho de alguien honesto, trabajador, protector, sincero, cariñoso y bueno que lo único que quiere es mi felicidad. No sé qué le has dicho, ni qué te ha dicho él, porque se niega a contarme lo ocurrido, pero espero que ninguno de los dos tengáis que arrepentiros de vuestras palabras.

—¿Cómo? ¿Qué ha pasado? —Mi madre me mira con la boca abierta y, acto seguido, mira a mi padre—. ¿Poli?

Él me mira, luego mira a mi madre y, por primera vez en mi vida, hace algo que me sorprende: se queda en silencio.

En completo silencio.

Y eso, que podría parecer una aceptación, a mí me hace morderme las ganas de llorar, porque sé que, lo que sea, es mucho más grave de lo que me dejan ver. Lo confirmo cuando me fijo en mi madre y veo en su rostro la incertidumbre, la sorpresa y un millón de preguntas que no formula delante de mí, pero hará en privado, seguro.

Yo, por mi parte, ante la ausencia completa de respuesta, cierro los ojos y deseo, como nunca he deseado nada, que todo esto no suponga una crisis definitiva entre familias, porque eso dolería muchísimo más que todo lo que me hizo el padre de Brittany.

***

Y hasta aquí, el capi de hoy! Como siempre, os espero en Insta, esta vez con una pequeña reflexión. A ver qué opináis 🙂