Capítulo 24

by Cherry Chic

Nate

Aparco frente a nuestra casa, salgo del coche y veo a Esme paseando de un lado a otro del jardín, esperándome. En cuanto me fijo en sus ojos puedo ver que ha estado llorando, pero no me extraña. La he llamado por teléfono al despacho para que viniera aquí y le he contado por encima lo ocurrido. En realidad, he llamado a todos los que sé que están trabajando para que vengan a casa a comer, aunque a ellos no les he dicho lo que ocurre, solo que es algo importante. Miro mi reloj: tardarán un poco aún, y casi mejor, porque creo que es mejor hablar a solas con Diego y Julieta. Al primero lo he llamado y le he dicho que hay una urgencia familiar, sin dar detalles para no ponerlo nervioso sabiendo que tenía que conducir. Los he citado aquí, en casa, por eso me extraña que Esme esté fuera paseando de un lado a otro.

—¿No han llegado? —pregunto.

Ella asiente y el labio le tiembla, evidenciando su dolor.

—Están dentro, pero yo no… no podía quedarme con ellos sin…

Asiento, comprendiéndola. La abrazo y acaricio su espalda un segundo, intentando poner en orden las palabras, pero lo cierto es que, cuando enfilamos el camino hacia la entrada, todo lo que sé es que tengo que decirles que su hija está en el hospital gravemente herida y no puedo teletransportarlos allí en un abrir y cerrar de ojos.

En el salón, encontramos a Julieta comiendo patatas de una bolsa y a Diego sentado en el sofá, revisando su móvil.

—¡Ya era hora! Estoy aquí comiendo como una cerda por culpa de la preocupación —dice mi cuñada—. ¿Qué pasa? ¿No estarás preñada, verdad Tempanito? Mira que a tu edad ya…

Se ríe, intentando quitar hierro al asunto, pero cuando ve que Esme no le sigue el rollo, ni le suelta un corte, suelta las patatas y se tensa de verdad.

—¿Dónde están los demás? —pregunta Diego. Guardo silencio, lo que solo ayuda a que se ponga aún más alerta—. ¿Qué ocurre?

Me siento frente a ellos con Esme a mi lado, sujetando mi mano. Joder, ojalá pudiera cambiarme por cualquier otro ser humano ahora mismo. Ojalá no tuviera que decirles esto, pero Vic confió en mí para dar la noticia y sé que debo hacerlo de un modo objetivo, intentando dar intensidad a los puntos positivos. El problema es que no encuentro muchos puntos positivos en todo esto.

—Antes de nada, tenéis que prometerme que vais a intentar mantener la calma. —Ellos no prometen nada, sino que se tensan más, y yo suspiro. Lo mejor es decirlo de una vez. No tiene sentido alargarlo más—. Vic me ha llamado hace poco al trabajo. Emily está ingresada en el hospital.

El modo en que sus cuerpos se levantan del sofá provoca un dolor sordo en mi interior que se intensifica cuando mi cuñada, Julieta, habla con voz rota y grave.

—¿Qué ha pasado, Nate?

Trago saliva, miro a Diego, que solo fija sus ojos en mí intensamente, sin pronunciar palabra, pero diciendo más que nunca sin ellas. El miedo, el dolor y la incertidumbre que tiñen su rostro intensifican mi propio dolor.

—Alguien la ha agredido, no sabemos cómo ni qué ha podido pasar, pero… Bueno, ha tenido que ser intervenida. —Julieta exclama un jadeo, el cuerpo le falla y no cae al suelo gracias a Diego, que la sujeta al instante—. Está bien, Juli, ya ha sido operada y ahora está descansando. —Trago saliva. Decirle que está en la unidad de cuidados intensivos me parece innecesario, porque tampoco puede hacer nada contra eso.

—¿De qué la han operado? —pregunta Diego.

Y el tono de su voz bastaría para rasgar el mundo en dos.

—Le han roto las costillas y estas, a su vez, han perforado uno de sus pulmones y el bazo. —Julieta ahoga un sonido que me pone el vello de punta. Mi propia esposa, a mi lado, aguanta el tipo como puede—. Parece algo muy grave, pero ha sido operada por un gran médico.

—¿Oliver…? —pregunta Diego.

—No, su turno estaba acabando cuando ella llegó a urgencias, pero ha sido un cirujano igualmente bueno y cuentan con que pueda recuperarse poco a poco. Sé que parece difícil, pero ahora mismo tenéis que intentar mantener la calma y…

—¿Y por qué Vic no nos ha llamado a nosotros? —pregunta Julieta—. Si no es tan grave, ¿por qué te ha llamado a ti?

Trago saliva de nuevo. Está intentando descargar su dolor en alguien, y no me importaría que lo hiciera en mí, si es lo que necesita, pero todavía tengo que decirle el resto, así que lo lanzo de una vez y me preparo para el impacto.

—Estaba un poco nerviosa. Emily también se ha partido el brazo, tiene la nariz desviada, aunque eso no es tan grave, y…

—Pero ¿qué le han hecho? ¿Quién haría algo así? ¿Por qué?

Ojalá tuviera las respuestas. Joder, ojalá las tuviera, pero todo lo que puedo hacer es negar con la cabeza.

—No lo sé. No saben nada, salvo el estado en que llegó en la ambulancia.

—Vale, bien, tenemos que sacar un vuelo a Los Ángeles —Julieta empieza a mover las manos frenéticamente—. Podemos salir hoy mismo, con suerte. Voy a buscar algún vuelo. —Saca el móvil de su bolsillo, pero le tiemblan tanto las manos que se le cae. El sollozo que ahoga, como si ese simple hecho fuera la mayor desgracia del mundo, me da una idea de cómo se siente. Esme, que también lo siente, se acerca, lo coge del suelo y rodea los hombros de su hermana—.   Esme… —El modo en que parece suplicarle que alivie su pena me hace bajar la mirada.

—Voy a ocuparme de todo, ¿de acuerdo? —susurra mi mujer antes de besar su frente—. Ven, vamos a prepararte una infusión.

—Mi niña…

—Vamos, Juli. Tienes que ser fuerte, ¿de acuerdo? Ella estará bien. Ya ha sido operada. Ahora solo hay que esperar que se recupere poco a poco.

“Solo” es un eufemismo, a juzgar por lo que Vic me ha contado, pero creo que ahora es vital restar la máxima importancia a esto, porque tienen que coger un vuelo a Los Ángeles y, si saben exactamente el estado en el que está Emily, todo será aún más infernal. De todos modos, no pueden hacer nada por ella, así que es mejor que vayan lo más tranquilos posible, pero cuando miro a mi cuñado y uno de mis mejores amigos a los ojos, sé que eso es del todo imposible.

—Dime la verdad —murmura con voz temblorosa—. Es grave, ¿no?

El modo en que las lágrimas tiñen sus ojos, aunque no caigan, me rompe el corazón, porque ningún padre tendría que pasar por algo como esto, pero Diego menos que nadie. Y mucho menos después de lo pasado con Vic.

—Tiene lesiones importantes —admito—, pero se pondrá bien, Diego. Solo necesita tiempo y cuidados. Iremos allí y cuidaremos de ella, ¿de acuerdo? Lo haremos juntos, en familia.

A Diego le tiembla la mandíbula y se pasa la mano por ella, intentando controlar su reacción.

—¿Vas a venir?

—Hace mucho que no voy a Los Ángeles —digo con una sonrisa—. He pedido unos días de vacaciones anticipadas. Tendré que hacer un par de turnos matadores a la vuelta, pero nada que no pueda aguantar, aunque empiece a estar viejo para esto.

Diego no sonríe, sabe que, si he hecho esto, es porque el asunto es más grave de lo que quiero hacerle ver. No lo dice, pero lo sabe. No insiste para que le dé detalles, y creo que es por el miedo que tiene. Simplemente se sienta, saca su propio móvil y empieza a buscar vuelos. El problema es que le tiemblan tanto las manos que, en menos de un minuto, las deja caer y se frota los ojos con fuerza.

—Nate… —su voz ronca, el modo en que tiemblan sus hombros me dejan ver que el pánico empieza a desbordarlo. Me acerco a él, me siento a su lado y aprieto su hombro.

—Todo saldrá bien —le aseguro—. Emily se va a recuperar y el mes que viene iremos al sur, al camping, y casaremos a Vic con Adam, pero no sin antes amenazarlo a él con hacerle todo tipo de barbaridades si no se levanta cada día con el propósito de hacerla feliz. —Eso hace que bufe y destense un poco—. Emily estará preciosa de dama de honor, te lo prometo.

—Ella… es mi niña, Nate. Es mi niña.

—Lo sé. —Trago saliva, sobrepasado por mis propios sentimientos, y palmeo su espalda—. Y por eso sé que no hay nada que pueda con ella. Ni siquiera esto.

La puerta de casa se abre, dando paso a Marco y Erin, que entran con cara de preocupación. Tras él, Amelia y Einar, junto a Álex y Eli. Los hijos de todos ellos, y los míos propios, los respaldan. Solo faltan Javier y Sara, porque no los he avisado. No sé cómo… no sé ni cómo decir algo así.  Joder, Álex tuvo un infarto hace solo unos meses.

Esto… esto no va a ser fácil, pero si algo tengo claro es que, si hay una familia capaz de hacer frente a una tragedia como esta con resolución y sin dejar de estar unidos, es esta.

—¿Se puede saber qué cojones pasa? —pregunta Álex al ver que Diego se limpia los ojos a toda prisa.

—¿Papá? —La voz de Mérida llega hasta Diego, que se levanta y mira a sus hijos pequeños. Edu ni siquiera habla, pero está tan serio que se hace evidente su congoja—. ¿Qué pasa?

Julieta sale de la cocina con Esme en ese instante y, el modo en que su cara refleja el dolor deja claro que es algo grave.

Los miro a todos intentando mantener la calma, pero pocas veces he hecho algo tan difícil como esto.

—Se trata de Emily.

El modo en que el aire se espesa, las respiraciones se cortan y los ojos se clavan en mí me hace temblar. Nadie pregunta; tienen demasiado miedo a mis siguientes palabras, y yo daría lo que fuera por no ser quien las pronunciara, pero en esta familia siempre hemos tenido claro que no rehusamos los problemas. Los miramos de frente, juntos y, a poder ser, cogidos de la mano, así que tomo aire y me preparo para soltar las palabras que pondrán el corazón de los León al borde de un precipicio.