Capítulo 23

by Cherry Chic

Vic

No sé cómo hacer esto. Es lo único que puedo pensar mientras miro la pantalla de mi móvil. Siento la cabeza embotada, los ojos pesados y, a mi alrededor, el mundo se desdibuja por momentos. Es el pánico descontrolado. Ya sé cómo funciona, pero, aun así, da miedo. Da mucho miedo sentir que estoy aquí, pero no me siento completamente aquí. Noto la mano de Adam acariciando mi espalda de forma incansable, ocupándose de mí en todo momento. Me encantaría decirle que, sin él, esto sería imposible, pero no lo hago, porque todavía no he articulado una palabra desde que me inyectaron el calmante. Necesito dormir, pero no puedo hacerlo hasta hablar con mi tío y, aun así, ¿cómo voy a irme a dormir con mi hermana así?

—¿Quieres hacerlo fuera?

Miro a Adam. Sus ojos, tan intensos siempre, tienen ahora un toque oscuro que no me gusta, porque la preocupación lo está dominando. Acaricio su barba, beso sus labios suavemente y niego con la cabeza.

—Mejor aquí, sentada —murmuro.

Adam asiente y yo miro a Junior. Me iría bien que se sentara a mi lado y hablara un poco con mi tío Nate, pero es que él… es como si no estuviera. Como si no estuviera de verdad. Solo ha salido un par de veces para informarnos de cómo avanza, aunque siga dormida, y ahora mismo se está despidiendo para volver con ella, no sin antes dejarme claro que puedo entrar siempre que avise a Marie, que es quien está al tanto de la situación.

—Aunque lo que realmente necesitas es dormir, Vic. —Su voz grave y segura, que tantas veces me ha calmado, ahora me resulta rasgada y… dolorida—. Podrás ver a Emily mañana por la mañana. Es muy tarde y…

—No quiero irme. Quiero entrar a verla de nuevo. —La mano de Adam se tensa en mi espalda—. Es mi hermana.

—Lo sé, nena, pero tienes que intentar descansar un poco. Ella te necesita animada y descansada.

Sé por qué insisten tanto. Ese calmante realmente me ha dejado para el arrastre, pero aun así, irme de aquí me hace sentir una pésima hermana. No puedo. Simplemente no puedo marcharme.

—Duerme en el sofá, al menos —murmura Junior.

—Lo hará, no te preocupes.

Daniela madre mira a su hijo y asiente una sola vez, como prometiéndole que cuidará de mí. No tengo ninguna duda de ello, y el alivio de saber que estoy en familia es todo lo que necesito para reconfortarme, al menos un poco. Junior vuelve dentro y yo cojo el móvil definitivamente, me retrepo en la esquina del sofá, marco el número de mi tío Nate y espero. Aquí ya es noche cerrada, pero en España es por la mañana, así que imagino que estará trabajando. Llamo de todas formas, porque él sabe que no lo llamaría de no ser una emergencia. Por fortuna, me lo coge al segundo toque.

—¿Vic? —la seriedad de su voz ya me deja claro que sabe que pasa algo.

No lo llamaría a esta hora de no ser así.

—Tito… —La voz se me rompe y le oigo suspirar.

—Hola, cielo, ¿qué ocurre?

Cierro los ojos y las lágrimas bañan mis ojos. ¿Cómo voy a contarle esto? ¿Cómo voy a dejar que se ocupe él de decírselo a mis padres? Mis padres, Dios, se van a morir del susto y la preocupación, y…

—Victoria, cariño, cuéntame lo que pasa.

Me doy cuenta de que mis lágrimas no son silenciosas y los sollozos escapan de mi garganta preocupándolo, así que me armo de valor y le cuento, de la mejor manera que puedo, todo lo ocurrido con Emily desde que llegó al hospital, porque aún no sabemos qué ocurrió para que esté así. Intento mantenerme serena, pero durante toda la conversación soy un saco de nervios y a duras penas puedo mantener la compostura, lo que hace que me odie porque quizá debería quitar hierro al asunto y…

—Yo me ocupo, ¿de acuerdo? —oigo que me dice—. Tienes que respirar hondo, mi niña. Emily estará bien, estará muy bien.

—¿Cómo lo sabes? —pregunto entre lágrimas.

—Porque es una Corleone León; es invencible.

Me río y me sorprende tener capacidad para hacerlo.

—De acuerdo. Yo… espero que mis padres me digan algo.

—No te preocupes. Ve contándome novedades.

—¿Vas a decírselo ya o…?

—Sí.

—Pero estás en el trabajo y…

—Vic, cariño, yo me ocupo. No te preocupes —repite.

Asiento, aunque no pueda verme. Nos despedimos y cuelgo antes de recostarme sobre el costado de Adam, que sigue aquí, a mi lado.

—Cierra los ojos e intenta dormir un poco —murmura.

—Mis padres…

—Te despertaré si llaman, pero probablemente tardarán un poco en enterarse y tienes que descansar, nena.

Le hago caso, porque de verdad que siento la cabeza embotada y el cuerpo pesado, pero cuando cierro los ojos todo lo que puedo ver es la cara de mis padres al saber que Emily ha recibido una paliza y han tenido que operarla de urgencia. ¿Cómo se suaviza una noticia como esa? ¿Cómo controlarán sus propias emociones a tantos kilómetros de distancia, si a mí me está costando la vida aceptarlo estando aquí?

¿Cómo suavizas una noticia que sabes que partirá el corazón a unos padres?

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