Desbloqueo mi teléfono móvil de nuevo y entro en la conversación con Emily. No me ha respondido, lo que es raro, así que le envío uno de nuevo, porque probablemente ha llegado a casa, se ha puesto a estudiar y se ha olvidado.
Oliver:
Salgo en cinco minutos.
¿Me esperas para cenar?
No se conecta de inmediato como otras veces, así que, o está haciendo la cena, o estudiando un poco, o tiene la música a todo trapo. He descubierto que le encanta bailar descalza por toda la casa mientras deja ir toda la adrenalina. La pillé un día al volver antes del trabajo y juro que no pude moverme. Me quedé anclado en el umbral de la puerta mirándola mover las caderas encima del sofá, con su larga melena bailando al son que ella imponía, y pensé, no por primera vez, en lo jodidamente afortunado que soy. Y en el miedo que me da el día en que ella tenga que tomar una decisión y esto nuestro corra algún tipo de peligro.
Suspiro, intentando quitarme esos pensamientos de la cabeza. Cojo mi mochila y estoy a punto de salir del vestuario cuando entra Darren, un compañero, con cara de haber visto un fantasma.
—Ey, ¿todo bien?
—Lendbeck, te estaba buscando. Tienes que venir conmigo.
El modo en que su voz se agrava y me mira me hace ponerme en alerta de inmediato. Como médico cirujano estoy habituado a ver todo tipo de expresiones en compañeros y familiares, así que me resulta relativamente fácil saber cuándo algo va bien, regular, mal o realmente mal. Algo va mal, a juzgar por el comportamiento de Darren, y que haya venido a buscarme quiere decir que es algo que me importa, así que las alarmas se me disparan y lo miro seriamente.
—¿Quién es?
Sé que es alguien de mi familia. Lo sé y, automáticamente, mi cabeza viaja a mi hermano Ethan y a mi abuelo. No sé por qué. No lo sé. Uno por mayor y el otro por… no lo sé. Solo sé que necesito saber qué pasa y Darren está tomándose lo que parece una eternidad en contestar.
—La hermana de tu cuñada ha entrado por urgencias. —Lo miro sin comprender bien. No. Eso no puede ser, pero Darren sigue hablando, sin esperar que lo haga yo—. Emily Corleone León. En su móvil figura el teléfono de su hermana como contacto de emergencia, pero algunos la hemos reconocido y, sabiendo que es de tu familia…
—¿Qué ha pasado?
Empujo la puerta del vestuario, dejándole claro que tiene que hablar mientras camina porque pienso llegar a donde esté en un suspiro. Emily no. Ella está en casa. Tiene que ser un error. Ella está… Ella no puede ser.
—La trajo la ambulancia de urgencias hace unos treinta minutos. Le han dado una paliza brutal, Lendbeck. —El modo en que la respiración se me acelera y el terror recorre mis cuerdas vocales me impide hablar, pero acelero el paso. Por suerte, Darren se amolda a mí y sigue hablando—. La hemos estabilizado tras comprobar su estado hemodinámico y la han bajado a quirófano. En la TC de cráneo no se muestran daños severos, no hay evidencia de la existencia de hematomas, a pesar de estar inconsciente. Se ha descartado fractura nasal y ha cesado la epistaxis con la que llegó, pero ha sufrido laceraciones tanto en pulmón izquierdo como en bazo, debido a varias fracturas costales. Al parecer, también presenta fractura de diáfisis cubital izquierda, seguramente tras adoptar algún tipo de posición defensiva. Ella… intentó defenderse, es evidente. —Una enfermera nos intercede y ni siquiera habla. A juzgar por su cara, es consciente de la situación. No reparo en nada más que en el equipo que me entrega para poder entrar en quirófano. Mientras tanto, Darren sigue hablando y la información sigue entrando en mí, pero estoy tan paralizado que no puedo ni mirarlo—. Afortunadamente es una fractura cerrada sin desplazamiento que no precisa intervención, ya está inmovilizada con férula. Schneider es el médico principal del caso y es el que la está interviniendo en estos momentos.
Conozco personalmente a Schneider. Hemos salido a tomar algo juntos en más de una ocasión y entra dentro del círculo que consideraría como amigos dentro del hospital. Es un cirujano alemán con un extraño humor y unas manos de oro. Está en buenas manos. Me repito una y otra vez que está en buenas manos mientras intento procesar que Emily está aquí. Que está…
Empujo las puertas del quirófano y el mundo se desdibuja a mi alrededor. Esto no puede ser verdad. Ella no puede estar aquí, pero cuando me acerco a la camilla y la veo, con la cara destrozada, intubada y con el pecho abierto a la altura del tórax mientras trabajan y las máquinas no dejan de pitar, el miedo es tal que me invaden, por primera vez en mi vida, ganas de vomitar en un quirófano.
—¿Cómo está? —Ni siquiera sé en qué tono suena mi voz, porque todo lo que oigo es el sonido incesante de las máquinas que trabajan por su vida. Intento abrirme paso hasta su cuerpo, pero la voz de Schneider me lo impide.
—¿Quién lo ha avisado? —vocifera.
—Es la hermana de su cuñada y…
La voz de Darren suena a lo lejos. Ni siquiera le presto atención, todo lo que puedo hacer es mirar su cara. ¿Qué le han hecho, joder? ¿Quién le ha hecho esto?
—¡Es su novia! —exclama Schneider. Soy vagamente consciente de la sorpresa que reflejan los rostros de algunos de los médicos a nuestro alrededor—. Sacadlo de aquí.
—No pienso irme. —Miro por primera vez a Schneider. Sus ojos azules permanecen fríos y determinantes, pero no va a poder conmigo—. Yo no me voy de aquí.
Él desvía la mirada de inmediato hacia el cuerpo de Emily y no responde, pero cuando intento hacer algo, varios médicos me lo impiden. En este hospital las normas son claras: nadie opera a alguien de su familia. Las emociones están desbordadas y se puede entorpecer más que ayudar. Siempre me ha parecido una buena norma hasta hoy. Quiero ayudarla. Quiero… Dios, quiero cogerla en brazos y llevarla a casa, donde pueda estar a salvo de todo esto. Donde no tenga un tubo en la garganta, ni el pecho abierto, ni su vida dependa de un puñado de médicos y máquinas.
Oigo a Schneider decir algo, pero no sé qué es hasta que Darren me sujeta con firmeza y me empuja hacia la entrada. Intento forcejear, pero me detiene y me mira directamente a los ojos.
—Schneider está haciendo todo lo que puede por ella. Tienes que dejar que trabaje con calma, ¿entiendes? Lendbeck, tienes que hacer lo mejor para ella y lo mejor para ella ahora mismo es que salgas de aquí.
Quiero gritarle que es él quien me ha traído aquí, pero no puedo culparlo por no saber que Emily y yo estamos juntos y somos algo más que concuñados. Además, tengo que avisar a la familia y… Joder, Dios, no sé cómo decírselo a la familia.
Salgo del quirófano sintiéndome, por primera vez en la vida, mareado y perdido. Casi huérfano. Le pido a Darren el informe de Emily y, cuando me lo da, apenas soy capaz de leer lo que pone. Me froto los ojos con intensidad y procuro, en vano, entender algo, pero, aparte de las pruebas previas realizadas, solo hablan de lo que ya me ha contado Darren y de que la ambulancia la ha recogido en una casa. Pero ¿qué casa? Esto no tiene ningún sentido y, aun así, dejo la documentación sobre mis piernas y miro a la pared de enfrente un instante, intentando ordenar mis pensamientos. Por un lado, quiero llamar a toda la familia para que venga, pero, por otro, no sé qué decirles. ¿Cómo les cuento que Emily está siendo intervenida sin asustarlos, cuando yo mismo tengo el pánico alojado en la garganta?
Al final, hago algo entre medias. Llamo a mi abuelo y, cuando me lo coge, siento cómo tiembla mi voz.
—Es Emily… —Guardo silencio y él, sabio como es, lo guarda conmigo—. Abuelo…
—Respira, hijo. Respira profundamente y cuéntamelo todo.
Lo hago. Mi abuelo es, no solo un gran doctor, sino un gran referente para mí. He querido ser toda mi vida como él, a diferencia de Adam, Ethan o Daniela, que han sido más artísticos siempre. Cada vez que me sentía aburrido, o fuera de lugar, él me explicaba lo que más le gustaba de ser médico y yo me reconfortaba en esa idea de poder ayudar a la gente y salvar vidas. Le cuento lo que sé, incluido quién está operándola, y guardo silencio esperando que sus palabras me consuelen y calmen, como siempre.
—Voy a llamar a la familia. Escúchame, hijo, no tienes de qué preocuparte, ¿de acuerdo? Schneider es un gran cirujano y sabe lo que se hace. Emily está en buenas manos. —Asiento, aunque no pueda verme, y aprieto los dientes, intentando mantener el tipo—. Estaré ahí tan pronto como pueda.
Cuelgo el teléfono, incapaz de decir algo sin echarme a llorar como un niño pequeño. Intento respirar hondo. Tengo que oxigenarme y mantener la calma. Me he enfrentado a situaciones muchísimo más graves. El problema es que en ninguna de esas situaciones era ella la que estaba sobre la camilla.
El problema, en realidad, es que yo nunca pensé que Emily podría acabar así alguna vez. Di por hecho que nadie de mi familia tendría que enfrentarse a un quirófano con urgencia. Lo de Álex León ya fue un palo para toda su familia. No puedo ni pensar cómo van a encajar esto y me preocupa mucho el modo en que pueda aceptarlo Vic, no solo por ser su gemela, que también, sino por el miedo que ha desarrollado a que a alguien de su familia le pase algo. Lo de Álex ha supuesto un trauma y esto va a ser un mazazo para ellos, pero ahora mismo, ni siquiera puedo pensar mucho en el tema.
Vuelvo al pasillo que lleva a su quirófano. Observo las puertas, pero no me molesto en entrar. Sé que no me dejarán estar, así que, desde aquí, intento centrar mi atención en el sonido de las máquinas y el tono de voz de los compañeros que trabajan en ella. Concentro toda mi energía en intentar detectar el más mínimo cambio en sus tonos de voz o en los pitidos que normalizan la situación y, cuando quiero darme cuenta, Darren está de nuevo a mi lado, pero esta vez avisándome de que toda la familia está en la sala de espera. Lo miro sin comprender. ¿Ya? ¿Cuánto tiempo ha pasado?
—¿Por qué no vas allí? Ya no queda mucho y Schneider saldrá a contaros cómo está en cuanto acabe. Cuidaremos de ella, Lendbeck.
No quiero. Quiero quedarme aquí hasta que alguien salga y me cuente la situación con todo tipo de detalles, pero pienso en mi familia; en Vic, y sé que lo correcto ahora mismo es estar a su lado y transmitirle una serenidad que no estoy ni siquiera cerca de sentir.
Me alejo lentamente del pasillo, arrastrando los pies y siendo consciente de que esta situación es igual y, a la vez, completamente distinta a la que vivo cada día en mi trabajo. A diario me enfrento a familias desconsoladas, esperanzadas, deseosas de una buena noticia después de que un familiar pase por mis manos en el quirófano. A menudo intento desconectar del lado emocional de esta parte del trabajo para que no me afecte más de lo necesario, porque tengo que hacer mi trabajo, independientemente del resultado que este tenga. Es una situación que he vivido tantas veces que no puedo contarla, pero cuando abro la puerta de la sala de espera y veo a Vic, con los ojos anegados de lágrimas, y a mi propia familia de un modo similar, me siento como si hubiera olvidado todo lo estudiado, aprendido y practicado durante años. Dejo de ser el doctor Oliver Lendbeck y paso a ser, simplemente, Junior, un miembro más de la familia.
—¿Cómo…? —La voz de Vic se rompe antes de acabar la pregunta.
Me paso la lengua por los labios y tomo consciencia de lo secos que los siento. Trago saliva, pero es como si tuviera cientos de alfileres clavados en la garganta, listos para desgarrarme con el más mínimo movimiento. Al final, opto por dar un paso al frente y sacarla de los brazos de mi hermano Adam para envolverla en los míos. Cierro los ojos un segundo, solo uno, y me permito empaparme del miedo compartido, porque cuando el terror hormiguea por un cuerpo del modo en que lo hace por el mío, consuela saber que no soy el único, por mal que suene.
—Se pondrá bien —susurro junto a su oído. Ella solloza y yo beso su pelo—. De verdad. Está en manos de uno de los mejores médicos de este hospital. —Miro al resto de mi familia y alzo un poco la voz—. Está siendo intervenida, pero ya no deben tardar en venir a dar noticias.
—¿Qué ha pasado? —pregunta Daniela acongojada—. El abuelo no sabe cómo ha sido y yo no lo entiendo. Estuvo trabajando con nosotras y dijo que se iba a casa. No… no entiendo nada.
—Yo tampoco —admito—. Solo sé que una ambulancia la recogió de un domicilio. Alguien le ha dado una paliza brutal pero no sé cómo llegó allí, ni quién ha sido ni los motivos que ha podido tener para hacer esto y… —Mi padre posa una mano en mi hombro y siento cómo me falla la voz—. No me dijo nada y no sé más, pero averiguaré qué es lo que pasó. Esto no se va a quedar así.
Todos guardan silencio. La incertidumbre se cuela en cada una de nuestras mentes, supongo. Me encantaría decir algo que los animara un poco, pero estoy tan asustado y desanimado como ellos, así que, al final, opto por sentarme en una silla, al lado de Ethan, y centrar mi mirada en mis propias manos. He perdido el control ahí dentro. Si hubiese mantenido mínimamente la calma, quizá Schneider me hubiese dejado participar en la operación y no estaría aquí, muriéndome de preocupación y… Dios, esto es muy difícil. Esto es jodidamente difícil.
—¿Cómo se lo voy a decir a mis padres? —pregunta Vic en murmuro.
Giro la vista hacia mi lado y la veo sentada, mirándome fijamente. Me está preguntando a mí y, aunque me encantaría darle la fórmula para hacer esto de un modo llevadero, no puedo evitar recordar la llamada que recibió Valentina hace solo unos meses. Estaba pasando una temporada en casa cuando a Álex le dio el infarto y me consta que su vida se convirtió en un infierno desde que se enteró hasta que aterrizó en España, de donde ya no se ha movido más. Hacer esto a la inversa, con Julieta y Diego… Joder, ni siquiera sé cómo plantear una conversación así.
—Quizá sea buena idea avisar antes a tu Babu. Que él se ocupe de dar la noticia en persona. —Vic llora y paso un brazo por sus hombros—. Si se lo dices tú por teléfono se van a poner tan nerviosos que no van a atender a los detalles y… no lo sé. Es una idea.
—Yo avisaría antes a Nate o Esme —dice mi padre—. Mantendrán la compostura un poco mejor que Marco.
Tiene razón. Marco se pondrá histérico en cuanto lo sepa. Emily es como su niña. La adora, igual que a Vic y al resto de sus hermanos. Y no es que Esme y Nate no lo hagan, pero él es médico y sabrá exponer mejor la situación. Miro a Vic, que asiente imperceptiblemente.
—Llamaré a mi tío Nate. ¿Lo hago ya?
Me arde el pecho al ver su dolor y su incertidumbre. Como si se hubiera roto en mil pedazos y no supiera por dónde empezar a recomponerse.
—Espera a que nos digan algo de la operación —susurro—. No pueden hacer mucho y es mejor saber qué podemos contar exactamente.
Vic asiente, se refugia en los brazos de Adam y este le susurra algo que no alcanzo a comprender, pero la hace sonreír. Es magia, joder. El tipo de magia que yo mismo he experimentado con Emily. Emily, que está…
Trago saliva. No, no voy a dejar que mis pensamientos tomen ese derrotero.
Esperamos lo que parece una eternidad mientras tomamos café, algunos charlan para intentar mantener el ánimo y otros, como yo, nos quedamos en silencio, pensando en bucle en preguntas que no tienen respuesta. No ahora, al menos.
No sé cuánto tiempo pasa, pero cuando Schneider por fin abre la puerta de la sala privada en la que estamos, me levanto tan rápido que siento un leve mareo. Él sonríe mientras se acerca a mí. Buena señal. Si sonríe, es bueno.
—Tengo que admitir que ahora mismo siento un poco de envidia, Lendbeck. —Frunzo el ceño, pero él amplía su sonrisa—. Tienes una novia preciosa, bajo ese montón de cortes y moratones, y además valiente y fuerte. Ha aguantado como una campeona. —Su extraño sentido del humor no suele hacerme gracia, pero hoy el alivio recorre mi cuerpo en ondas expansivas que espero que lleguen a toda mi familia—. La hemos llevado a cuidados intensivos y la tendremos allí un par de días, pero hemos reparado el bazo y el pulmón y todo parece indicar que se recuperará bien. Será largo e intenso, a juzgar por el estado de sus fracturas, pero saldrá de esta.
Palmea mi brazo, pero no resisto las ganas de dar un paso al frente y abrazarlo. Creo que es la primera vez en toda mi carrera que abrazo a algún compañero, porque suelo ser reservado, pero es que… joder, es que no voy a poder agradecerle nunca lo que ha hecho por Emily.
—Yo… Gracias.
—No tienes que darlas. Sabes que estamos aquí para eso. Ve a la unidad de cuidados intensivos. Marie está al tanto de que irás a verla. Todavía está dormida y permanecerá así unas horas, hasta que retiren la sedación, pero puedes estar con ella.
Asiento de inmediato, pero cuando Schneider está a punto de marcharse, lo sujeto del hombro.
—Ella es su hermana gemela —susurro mirando a Vic, que nos observa con los ojos de par en par, entre el alivio y el dolor—. Va a entrar conmigo.
No es una petición, él lo sabe y yo también, por eso solo asiente y me advierte que tendrá que ser poco tiempo.
—Tú puedes quedarte más por ser personal del hospital, pero ella tiene que salir rápido.
—Lo sé, tranquilo.
Schneider se va y yo acojo a Vic, que se tira a mis brazos con fuerza, temblando y llorando sin parar.
—Shh, has oído al médico, ¿verdad? —Ella asiente, pero sigue llorando—. Tienes que calmarte. Aunque Emily esté dormida, no es bueno que haya tanta tensión a su alrededor.
Creo en mis palabras. Lo hago firmemente, pero lo cierto es que yo mismo estoy temblando por dentro. Vic hace un esfuerzo descomunal por calmarse, respira hondo con la ayuda de las palabras de Adam y, tras unos minutos, nos despedimos de mi familia para ir a ver a Emily.
Yo la he visto en la mesa de operaciones, con el tórax abierto y un montón de médicos trabajando a su alrededor, así que, cuando la veo en la unidad de cuidados intensivos, tapada hasta la barbilla y dormida, el impacto no es tanto. Vic, en cambio, exhala una sola vez y mira a su hermana con tanto terror que tengo que sujetarla para que no caiga redonda al suelo.
—¿Qué le han hecho? —susurra llorando de nuevo, entrando en shock—. Dios mío. Oh, Dios mío, ¿qué le han hecho?
La abrazo con fuerza, intentando que entre en calor y se reponga de la impresión, pero sus ojos no se despegan de su hermana, su respiración se torna trabajosa y tiembla tanto que, al final, aviso a Marie para que me ayude a sacarla fuera. Vic llora, desconsolada, hasta que una enfermera aparece y le inyecta un calmante. Con una crisis nerviosa de este calibre lo mejor es ayudarla un poco. No es algo demasiado fuerte, pero lo suficiente para que pueda respirar con normalidad y asimilar lo que ha ocurrido. Adam entra en la consulta después de que lo avise alguien del personal, la abraza y me mira, aturdido y acojonado.
—Estará bien —susurro—. Ha sido el impacto.
Vic sigue llorando y no habla, pero yo no puedo quedarme aquí, por mucho que me haya preocupado. Yo tengo que estar con Emily, y un solo asentimiento de cabeza de mi hermano sirve para que ellos salgan poco a poco hacia la sala de espera y yo vuelva a donde está ella.
Esta vez, me concentro en su rostro, irreconocible. Tiene el ojo tan hinchado que solo se ve una rendija cerrada. Su nariz está vendada por la desviación del tabique nasal que ya han recolocado y sigue intubada, pero eso no impide que vea el modo en que se ha hinchado su labio. Es como si no fuera ella y, al mismo tiempo, es tan ella que me mata verla en este estado. Me fijo en la férula de su brazo y pienso, por estúpido que parezca, que va a estar muy incómoda cuando quiera volver a estudiar. Mis dedos buscan su otra mano, esa que está libre de golpes, y la sujeto con suavidad. Pulso. Es el pulso que siento en sus dedos lo que me hace creer que de verdad saldrá de esta. El puñetero pulso que consigue que me tiemblen las rodillas y me falle la voz cuando por fin consigo articular una palabra.
—Pequeña…
¿Comentamos en Insta) 🙁