Capítulo 20

by Cherry Chic

Junior

Miro a Emily pelearse con su hermana e intento, por todos los medios, mimetizarme con el sofá. No es bueno estar en una pelea de chicas León. Corrección: no es bueno estar en una pelea de componentes de la familia León nunca. Sean chicos o chicas, solo que, cuando son las gemelas las que pelean, hay que buscar un rincón y esconderse hasta que pase la tormenta. En momentos así maldigo mi estatura y no caber en cualquier mueble del salón o la cocina.

A lo mejor, si me muevo muy muy muy lentamente, no ven como desaparezco. ¿O quizá debería hacerlo muy muy muy rápido?

—¡Estás siendo una hermana gemela de mierda, tía! —grita Vic.

—¡No soy una hermana gemela de mierda! ¡Oliver! —Emily me mira tan rápido que me sobresalto—. ¿Soy una mierda de hermana?

—Por supuesto que no.

—Ah, ¿entonces soy yo una hermana de mierda? —pregunta Vic cruzando los brazos.

—No respondas a eso, tío. No respondas —murmura Adam.

Ah, sí, se me olvidaba que no soy el único tío de mi salón que intenta escapar desesperadamente.

—Pues a mí me gusta, creo que voy a estar de un follable que te mueres. ¿Qué piensas, Shane?

Mi hermana Daniela le enseña la foto de la discordia a Shane, que se ve que es demasiado valiente o demasiado estúpido porque da su opinión sin miedo ni nada.

—Me importa una mierda lo que te pongas. Solo pensaré en el momento de quitártelo.

La risa de mi hermana me pone el vello de punta. Demasiada información.

—Eh, que hablas de mi hermana —dice Ethan.

—Y de mi novia.

—No soy tu novia. —Daniela lo mira mal.

—Lo eres, pero tu tozudez supera a tu ego. Y mira que es difícil.

Mi hermana, lejos de ofenderse, suelta una carcajada, va hacia él y se le tira encima para besarlo de un modo que me hace sentir bastante incómodo. Si no me quejo es porque lo último que quiero es llamar la atención.

—¡Es un vestido precioso y te lo vas a poner! —grita entonces Vic, tomando las riendas de la discusión.

—Antes muerta que ponerme un vestido de un color que me hace parecer enferma. ¿Me oyes, Victoria? ¡Antes muerta!

—Es que es un naranja feísimo —dice Ethan.

Lo de Shane era valentía, lo de este es porque es idiota, no hay más.

—¡No es naranja, idiota! —grita Vic—. ¡Es salmón!

—Es salmón, hombre, se ve clarísimo —sigue Adam.

—Gracias, Lendbeck.

—Tú mandas, nena, dales caña.

—Traidor —murmuro—. ¿Qué ha sido de eso de no hablar? —pregunto mientras ellas vuelven a gritarse.

—Escúchame bien, hermanito, si Victoria dice que el vestido es salmón, el vestido es salmón. Si Victoria dice que vamos a comer mierda seca, vamos a comer mierda seca. Mi único propósito es llegar al altar, conseguir que se case conmigo y que sea el día más jodidamente feliz de su vida. Y si para eso tengo que venderos, os vendo en un suspiro.

Lo miro con la boca abierta, pero él me devuelve una mirada seria cargada de determinación.

—Joder, sí que estás pillado.

—Tú lo harías por Emily.

Abro la boca para protestar, pero entonces la observo, intentando convencer a su hermana de no ponerse el vestido de dama de honor que ha elegido para ella, y me doy cuenta, con cierto horror, de que tiene razón. Por ella comería mierda seca el día de mi boda. Dios, suena fatal. Este chico tiene que aprender a usar metáforas menos asquerosas.

—Bueno, no me lo pongo y punto. ¡Es que no me puedes obligar, vamos a ver! —Emily bufa y viene hacia mí, sentándose sobre mi regazo y dejando que la rodee con los brazos—. ¿Tú quieres verme con un vestido de un color tan feo?

—Tú estarías preciosa con cualquier cosa, pero si no quieres ponértelo, no te lo pongas.

—¡Es mi boda! ¡Haréis lo que diga!

—¡También es la boda de Emma y ella dice que puedo ir de azul marino!

—¡No vas a ir de azul marino en mi boda! ¡Vas a ir de salmón y punto!

La discusión entre hermanas se intensifica tanto que Emily vuelve a levantarse. Y es una estupidez, pero en el momento en que abandona mi cuerpo siento que me falta algo. Miro a Daniela enrollarse con Shane sin el mínimo pudor y a Ethan perderse en su móvil. Luego centro mi atención en Adam, que tiene los ojos fijos en Victoria y sonríe. Sonríe. Esa chica está histérica perdida por el color de un vestido y él sonríe. El amor es entre asombroso y acojonante.

Vuelvo a mirar a Emily. Hace días que oficializamos lo nuestro, pero, en lo que a mí respecta, creo que empiezo a olvidar cómo era todo antes de que ella estuviera en mi vida y en mi casa. Llegar de trabajar y verla entre los libros del máster, o en el sofá esperándome para ver la tele, o leyendo una novela en mi cama… Hay una palabra para describir lo que siento, seguro, pero no la encuentro. Sin mencionar el día que me esperó con aquel camisón negro de encaje sobre la cama y que… Dios, no, no voy a pensar en eso en público, porque puede traerme problemas bochornosos, pero, joder, qué bueno fue.

—¡Pero no llores! ¿Por qué lloras? —Emily se desespera mientras Vic se limpia las lágrimas a toda prisa.

—¡No estoy llorando, pero me da rabia lo mala hermana que eres!

—¡Estás llorando y no soy mala hermana por no querer ponerme un vestido que me hará estar fea!

—¿Cómo vas a estar fea? ¡Eres preciosa! ¿No ves que somos iguales?

—Pues cásate tú de salmón y yo voy de blanco.

—Emily, se te está yendo la olla.

Yo no quiero decirlo, pero un poquito sí se le está yendo, y mira que yo tengo que estar de su parte, pero… Ella, que es una mujer cabal casi todo el tiempo, se para en seco, piensa en sus palabras y baja los hombros. Primera señal de rendimiento. Vuelve a mirar la foto, luego a su hermana y asiente con pesar.

—Está bien, Vic. Si para ser feliz en tu gran día necesitas que yo vaya con un color que me sienta como el culo, lo haré. Lo que sea por ti.

—No te sienta como el culo. Me lo he probado y te juro que quedaba bonito.

—Podríamos hacer una boda nudista —dice Ethan, intentando calmar los ánimos—. A mí no me importaría. Total, estaremos en la playa.

—Será diciembre, idiota —dice Daniela—. Y, aunque fuera agosto, ¿en serio quieres ver a toda la familia en pelotas?

Nuestro hermano frunce el ceño.

—No, retíralo. Dios, qué repelús.

Las risas recorren el salón, así que agradezco la metedura de pata. Al menos ha destensado un poco el ambiente. Emily se acerca a su hermana, la abraza y susurra algo en su oído que la hace llorar y reírse al mismo tiempo.

—¿De verdad? —pregunta.

—No me cabe duda.

No sé qué le ha dicho, pero sus miradas se suavizan al instante y sé que la tormenta ha pasado. Siempre han sido así. Se adoran, pero cuando entran en bucle con una discusión pueden llegar hasta la luna en bucle.

—Seguiremos hablando mañana de ello. Es tarde y quiero darme un baño con mi hombre.

Vic mira a Adam, que se levanta tan rápido que me reiría, pero la idea de tomar un baño con Emily me distrae de mis labores como hermano cabrón.

—¿Buscamos un sitio público en el que hacerlo? —pregunta Daniela a Shane, que se ríe, sobre todo cuando Ethan hace una mueca de asco, y se levanta, haciendo que ella resbale de su cuerpo.

—Mejor te llevo a casa. Tengo una cama inmensa y cómoda deseando acogerte mientras…

—Venga, tío, en serio. Una cosa es que te hayamos aceptado y otra que te pases de este modo —dice Ethan.

Me río entre dientes. Tiene toda la razón. Acepto que Shane ha conseguido encajar en la familia del modo que no lo hizo la primera vez que nos lo presentó Daniela. Ahora está en su salsa, habla sin pudor, ni miedo, y eso ha ayudado a que descubramos a un tío seguro de sí mismo y un tanto egocéntrico, sí, pero esas son cualidades que encajan a la perfección con esta familia. Y, lo más importante de todo, es el brillo que baila en los ojos de mi hermana cada vez que lo mira. Es tan feliz que no se tiene en pie. En serio. Parece ir de puntillas bailando cuando él está a su alrededor.

Se marchan de casa junto con Vic y Adam después de chinchar un poco a Ethan. La puerta se cierra y nos quedamos Ethan y nosotros. Lo miro con una ceja elevada mientras estira las piernas sobre la mesita del salón.

—¿Qué queréis cenar?

Miro a Emily, que se acaricia el cuello mirándome con una pequeña sonrisa mientras se muerde el labio inferior. Uf. Mi hermano tiene que irse. Emily pasa las puntas de sus dedos por su pecho, en dirección a su escote. Sí. Ethan se tiene que ir ya. Ahora mismo.

—Largo —le digo.

—¿Perdona?

—He dicho que largo. Mañana, si quieres, cenamos juntos, pero ahora te vas.

—Venga, tío, estoy muerto de hambre.

—Con más motivo, no vamos a cocinar para ti y tardas menos en ir a un restaurante que en esperar que te traigan la cena aquí.

—Pero quiero estar cómodamente en el sofá, podemos ver una peli y…

—Ethan, fuera.

Mi hermano frunce el ceño, bufa y mira a Emily.

—Em, no me eches. Puedo quedarme y mirar. Hasta estaría dispuesto a participar en lo que sea que tengáis pensado hacer. Algo vicioso, a juzgar por cómo os habéis mirado hace un momento. JR y yo no tenemos por qué tocarnos. Si nos coordinamos, hay Emily para los dos.

—¡Fuera! —grito.

Emily se ríe a carcajadas, pero yo no le veo la gracia al asunto por ningún lado. Me levanto y tiro del brazo de Ethan, que se amolda a mi agarre sin problemas. Esto de que sea tan flexible es un problema a la hora de ejercer la fuerza como buen hermano mayor.

—Piensa en tus palabras, Ethan, porque lo tuyo no es normal, te lo digo en serio. Tienes un problema.

—Mi único problema es que tengo hambre y ganas de follar y mi hermano mayor me está echando a la calle negándome las dos cosas.

—Pero ¿tú te oyes cuando hablas? —Bufo, frustrado, y lo planto en el patio de entrada—. Fuera. Piensa en lo que has dicho y ya hablaremos de ello largo y tendido.

—¿Por qué no ahora? —pregunta con una sonrisita retadora.

—¡Fuera!

—Joder, tengo los peores hermanos del mundo. ¡Yo, que me vestiría de salmón en vuestras bodas sin protestar! ¡No me siento valorado! —Doy un paso al frente y suelta una carcajada alzando las manos—. Vale, vale, venga, me largo, pero esto no quedará así.

Doy un paso más y sale corriendo hacia el coche. Cuando se marcha, sus carcajadas resuenan en la noche. Bufo, vuelvo a casa y estoy a punto de decirle a Emily que de verdad necesito tener una charla con Ethan, pero entonces la veo, envuelta en seda roja, con transparencias en los sitios claves y una sonrisa que… oh, joder.

—Pequeña… —murmuro.

Está apostada en lo alto de las escaleras, con una mano en la barandilla y la otra en su cadera. Es un puto sueño de mujer y quiere estar conmigo. Ni ganar cien loterías igualarían lo que siento al ser consciente de la suerte que tengo.

—¿Crees que puedes subir estos escalones de cuatro en cuatro?

No ha acabado la frase cuando estoy arriba, junto a su cuerpo, enredando mi mano en su nuca y su pelo; pasando mi mano libre por su espalda y pegándola a mí.

—¿Qué tal? —pregunto.

—Quiero hacértelo yo. Dame el control, Oliver, y te prometo que haré que merezca la pena.

Ahogo un gemido mientras me dejo guiar hacia el dormitorio. Me tumbo en la cama, oliendo en las sábanas el champú de almendras de Emily. No hemos pasado ni una noche separados desde que esto empezó, a excepción de la guardia que me tocó hacer en el hospital, pero todavía me cuesta acostumbrarme a este sentimiento tan jodidamente bueno. A veces me digo que no puede ser que tenga tanta suerte o una vida tan perfecta. Algo va a torcerse, pero no sé el qué, y entonces, cuando soy consciente de esos pensamientos, me obligo a retomar la objetividad y recordarme que no todo es perfecto. Tenemos problemas, como todas las familias. Emily sigue echando de menos a la suya con una fuerza desmedida y yo sigo pensando que nuestro tiempo se agota con cada día que pasa, porque en poco más de un año ella volverá a España y yo…

—Sea lo que sea, olvídalo —murmura ella subiendo mi jersey por mi torso y sacándomelo por la cabeza—. Solo tú y yo, deja todo lo demás fuera.

Imposible no hacerle caso. Cierro los ojos cuando sus labios rozan mi barbilla y, aunque me cuesta un mundo no tomar el control, no lo hago. Me obligo a darle lo que necesita, en parte porque yo mismo necesito que haga de mí lo que le plazca y vea hasta qué punto me afectan sus caricias, sus miradas y sus palabras.

Emily me hace el amor, porque esto no es solo sexo. No es follar por follar. Es… es más grande que una acción placentera sin nada más. Es demasiado intenso; algo que nos incendia por dentro a los dos cuando estamos así, juntos y solos. Es la certeza de saber que nunca encontraré a una mujer que me parezca una diosa, un ángel y un demonio al mismo tiempo. Mirarla y temblar de anticipación, de ganas, de miedo. Emily me desnuda, pero se deja puesto su camisón. Juega con sus dedos, su lengua, sus dientes y la propia tela sobre mi cuerpo, volviéndome loco, haciendo que suplique más. Siempre más.

Cuando por fin se sube sobre mí, con la braguita quitada pero el camisón puesto, niego con la cabeza.

—Quítatelo —susurro. Se sorprende, porque sabe lo mucho que me gusta su ropa interior atrevida, pero esto es una necesidad—. Quiero que no nos separe nada. Nada.

Su mirada se dulcifica al instante. La excitación sigue presente en su cuerpo, pero ahora está esa chispa de algo más que va prendiendo con cada caricia que nos damos. Se despoja del camisón, se tumba sobre mi cuerpo y me lleva a su interior con un quejido placentero y un beso que me hace perder la cabeza. Paso mis manos por su espalda y me recreo en la sensación de tener su pelo haciéndome cosquillas en los hombros y parte de la cara cuando me besa. Ella mueve las caderas al son de un ritmo que no suena, pero los dos sentimos del mismo modo.

—Condón —gimo.

—Hace años que tomo la píldora —susurra ella junto a mi oído—. Nunca lo he hecho sin protección.

Ahogo una exclamación de placer. Sabe de sobra que yo tampoco, así que no necesita más confirmación que el modo en que mis manos se aferran a sus caderas para bajarla más sobre mí para moverse con más intensidad.

Nuestros gemidos aumentan de volumen, pero no es nada en comparación con lo que sentimos por dentro. Los putos fuegos artificiales que estallan dentro de mí me tienen, incluso, mareado.

Emily se balancea sobre mi cuerpo y, después de solo unos minutos, me avisa de que está a punto de llegar al orgasmo. Gimo y la ayudo, colando una mano entre nuestros cuerpos y haciendo que llegue antes. En cuanto los músculos de su vagina me aprietan me dejo ir hasta el fondo, liberando mi propio orgasmo y abrazándola con tanta fuerza que, al acabar, me obligo a aflojar un poco, porque no quiero dejarla sin respiración, pero es que, joder, esto es demasiado bueno. Los espasmos van desde mis piernas hasta mi nuca, atravesando mi espalda y haciendo que los besos que me da en el cuello, la barbilla y los labios se sientan como miniorgasmos.

—Eres… Joder, pequeña, eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

Ella abre los ojos, sorprendida. Sus ojos color miel están fundidos en algo que reconozco, aunque ninguno de los dos le ponga nombre. Su nariz roza la mía en un gesto íntimo y su sonrisa hace que mi corazón se detenga por momentos.

—Tú también eres lo mejor que me ha pasado en la vida —confiesa—. ¿Por qué hemos perdido tanto tiempo separados? —pregunta antes de besarme.

—Porque teníamos que prepararnos para esto. Teníamos que estar listos para… para esto.

No sé decirlo con mejores palabras; o más bien no quiero hacerlo, por si se asusta. Emily lo entiende, porque vuelve a besarme y deja que sean mis gestos los que hablen por mí.

La beso durante lo que podría ser una eternidad o solo un minuto, no lo sé, pero en algún punto la tumbo en un lado del colchón, salgo de la cama y cojo una toalla del baño a toda prisa, la humedezco y vuelvo a la cama, donde limpio su entrepierna antes de tirarla en el suelo a un lado y abrazarla desde atrás, de costado, besando su hombro y enterrando la nariz en su pelo.

—Ojalá esto no acabara nunca.

Digo las palabras sin pensar, por puro instinto, y el modo en que su cuerpo se tensa me hace darme cuenta de mi error. Cierro los ojos e intento, por todos los medios, olvidar que estamos inmersos en una carrera contrarreloj.

Intento no pensar que mi vida está aquí y la suya… la suya no lo sé, pero lo que sí sé es que no puedo pedirle que me anteponga a sus necesidades y se quede conmigo cuando acabe el máster. Eso sería egoísta y una irresponsabilidad por mi parte, lo sé, soy muy consciente de ello, pero, entonces ¿por qué no dejo de pensarlo?

 ***

Que levante la mano quien piense que estoy a punto de portarme muy muy mal jajajaja

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¿Salmón o azul marino?