La entrada de Shane en casa de los Lendbeck-Acosta me deja muy claro que es perfecto para esta familia, y si Daniela no lo ve, debería. Nada más llegar ha dado un ramo inmenso de flores a Daniela madre, un apretón de manos seguro a Oliver y un beso en los labios a Daniela hija que nos ha dejado a todos con la boca abierta. A ver, Shane ya conocía a la familia e, incluso, estuvo en el camping con ellos, pero por aquel entonces no lo aceptaban. No tenían confianza con él, pensaban que todo era una impulsividad más de Daniela y no le echaron mucha cuenta a la historia. De algún modo, ha hecho falta que se separen para que la familia sepa reconocerlo como parte de ella. Así de enrevesados somos. Yo me meto en el saco porque la mía es igual, si no peor.
Suspiro, por fortuna, yo no tengo que pasar ningún tipo de examen con ellos. Me he criado como si Daniela y Oliver fuesen unos tíos más. Los chicos y yo nos conocemos desde que yo llevaba pañales, así que no tengo que preocuparme de conocer a fondo a nadie para caer bien. Sé todo lo que hay que saber de todos. Bueno, de todos, menos de Oliver, que fue el más misterioso siempre. Al principio no le hice caso porque era mayor que yo y más tarde porque… no sé. Asumí que Oliver solo hablaba de sus cosas con mi primo Óscar. Con el resto de nosotros se llevaba bien, pero no sabíamos mucho de su vida personal. No ayudaba nada que sus hermanos siempre estuvieran hablando de lo perfecto que era con ironía. Creo que eso hizo que se cerrara más en banda. Oliver no es perfecto, ni de lejos, pero eso no quita que yo esté perdiendo la cabeza por él a pasos agigantados. Eso sí, sigo diciendo que “estoy perdiendo” en vez de “he perdido” porque considero que eso me hace quedarme un poquito más en la zona de confort. Soy consciente de que a Oli le encantaría que proclamara nuestra relación a los cuatro vientos, aun siendo raro en él, que siempre ha sido tan reservado, pero de todas formas no puedo hacerlo. Necesito hacer esto paso a paso. Hay demasiadas incógnitas en mi futuro y, además de todo, está el hecho de no querer ver disgustado a mi padre. Sé que, si insistiera, acabaría aceptándolo como acepta a Adam, al que adora, aunque haga ver que no. Pero también sé que es demasiado pronto y yo no soy como Vic. Yo necesito sentir que doy los pasos a mi propio ritmo y las prisas no van conmigo.
—Vamos a sentarnos a comer —dice Daniela madre reuniéndonos a todos alrededor de la enorme mesa del comedor—. Shane, ¿te gusta la cerveza?
—Sí, señora.
—Dios, tutéame, no estoy lista para ser “señora”. Creo que nunca lo estaré.
—Es curioso —dice Vic—. Ayer Adam y yo estuvimos discutiendo quién de las dos llevaría peor ser llamada abuela, mi madre o tú, pero…
—¿Estás embarazada? —pregunta Daniela en un graznido mientras toda la mesa se queda en silencio, incluyéndome.
Miro bien a mi hermana. Tiene que ser una broma. Ella no parece… no está… Oh, Dios, ¿está embarazada?
—¡No! —exclama Vic—. Solo discutíamos quién de las dos llevaría mal ser llamada abuela. No estoy embarazada, ni tengo pensamientos de estarlo en un futuro próximo, ya que estamos.
—Pensé que estaba lista, pero se me ha parado el corazón.
Todos nos reímos con las palabras de Daniela, hasta que Adam habla.
—En realidad, tu madre ya es abuela de los hijos de Marco.
—Cierto, pero no la llaman abuela. Se niega en rotundo —le digo.
—Los nuestros llamarán abuelito a tu padre. Voy a convertir eso en mi nueva meta de vida —dice Adam a mi hermana.
—¿Tu nueva meta de vida consiste en enseñar a nuestros hijos inexistentes a molestar a mi padre? —Adam sonríe ampliamente y mi hermana suelta una carcajada—. Me atrajiste por tu cuerpo, pero esa vena sádica me enamoró locamente, lo admito.
—Tuvo que ser algo más que el cuerpo, porque el mío es idéntico, solo que con más tatuajes —se queja Ethan.
Las risas corren sobre la mesa como cada vez que nos juntamos, dejándonos claro que lo importante es esto: estar juntos, compartir vivencias, risas y lágrimas, cuando toca. Observo a Shane, que mira a Daniela con una mezcla de ardor y dulzura que podría desarmarme, si no fuera porque a mi lado, Oliver me mira de un modo parecido y, siendo sinceras, Shane es muy guapo, pero no hay nadie como Oli. Nadie. Dios, qué guapo es. Me está sonriendo, mierda, seguro que se está dando cuenta de que pienso en lo guapo que es. Su sonrisa se ha ampliado, sí, se ha dado cuenta. ¿Y ahora la tuerce? Dios, qué egocéntrico es.
—Bien, Shane, ¿y cuáles son tus intenciones con mi hija?
La pregunta de Oliver padre deja a la mesa sumida en un silencio nada habitual. ¿En serio ha preguntado eso? Es superraro en él. En otro sería normal, pero en él… Lo miro bien y veo el brillo de diversión en su mirada. Ah, bien, la cosa va de torturar un poquito a Shane. Por fortuna, este chico parece estar hecho de la pasta adecuada para pertenecer a esta familia, porque sonríe de medio lado y se encoge de hombros.
—Deberías preguntarle a tu hija cuáles son sus intenciones conmigo. Creo que solo pretende volverme loco.
Ethan suelta una risita mientras Daniela lo mira mal.
—Ándate con ojo, Shane. Todavía tienes que ganarte mi favor y no estoy muy dispuesta a aceptar que tenemos una relación solo porque…
—Estoy comiendo con tu familia, Daniela. Hemos pasado la noche juntos. Por fin te crees que no te engañé. Puede que no te guste, pero esto es una relación.
—Bueno, a ver, puede parecerlo en teoría, pero yo todavía necesito algunas cosas para volver a confiar cien por cien en ti.
—Daniela, cariño, no seas tan dura —dice su madre.
—Hija, está aquí dando la cara como no lo ha hecho ningún otro antes. ¿No es suficiente?
—Quiero que te pintes las uñas de rosa y las lleves así a tu próxima reunión de negocios.
—Estás como una cabra.
La risa de Shane retumba en el comedor y me quedo embobada. Dios, es una risa supervaronil. El toquecito en mi hombro hace que devuelva la atención a Oli, que me mira ceñudo.
—Entonces haz un baile aquí para toda mi familia.
—¿Hablas en serio, Daniela? —Shane la mira ceñudo, casi enfadado, diría, y todos nos tensamos, pero ella no cede.
—Muy en serio. ¿Quieres que acepte ser tu novia? Gánatelo, campeón. No salgo con cualquiera.
Shane se levanta, suelta la servilleta sobre el tablero de la mesa y, por un instante, todos pensamos que va a largarse. Incluso Daniela, a juzgar por la tremenda tristeza que embarga su rostro. Dios, ¿por qué es tan cabezota? Juro que no puedo con estas cosas. Sé que la han engañado muchas veces, que muchos se han aprovechado y otros tantos han querido estar con ella solo por ser la hija de Oliver Lendbeck y Daniela Acosta, pero a leguas se ve que Shane no va de ese palo. Me daría una pena tremenda que todo se fuera al traste por una simple cuestión de confianza, pero él se sube en la silla, sorprendiéndonos a todos, y se quita la chaqueta antes de lanzársela a Daniela.
—Vas a pagar por esto, princesa.
Luego realiza ante nuestra atónita mirada un espectáculo de baile y canto a la vez. Elige You Sexy Thing como canción y juro por lo más sagrado que, de ser cualquier otro, me reiría, pero hay algo tremendamente varonil en Shane. Algo que atrapa al verlo moverse. Puede que no lo haga con la profesionalidad impoluta de Ethan, y que no sea el mejor cantante, pero defiende su papel. Joder, ya ves si lo defiende. Miro de reojo a Daniela hija, Daniela madre y a mi propia hermana, que tienen la boca abierta y lo miran como si fuera un Dios exhibiéndose para ellas. Creo que estoy igual. Tengo calor. Dios, tengo mucho calor. Ese traje tan caro, ese pelo, esa mirada profunda y…
—Bueno, se acabó el espectáculo ya. —Adam se levanta y señala a Shane—. Baja de ahí, a ver si te haces daño y tenemos un disgusto.
—El baile es lo mío, tío, no mola nada que las dejes así de embobadas —se queja Ethan.
Oliver solo se ríe, coge su vaso de agua y lo alza en dirección de Shane.
—Bienvenido a la familia, hijo. No sé cómo no hemos visto antes que estás como una regadera, encajarás de maravilla.
Las risas resuenan entre todos, menos en Oliver, que se queda pensativo lo que resta de comida. Pasa desapercibido porque Daniela besa a Shane en los labios y acepta, por fin, que son una pareja de nuevo. Todos pasamos a celebrar y él… se mimetiza con el ambiente, como siempre.
Aun así, cuando por fin nos marchamos después del postre para volver a casa lo que queda de tarde, permanece serio y pensativo, lo que empieza a ponerme de los nervios. No le digo nada durante todo el trayecto porque quiero darle la oportunidad de que sea él quien empiece a hablar, pero al entrar en casa y ver que su silencio sigue siendo protagonista, decido que no puedo más.
—¿He hecho algo que te haya molestado? —pregunto a las claras.
Me mira pensativo, lo que pone mis nervios de punta.
—¿Eso del baile…? —se mete las manos en los bolsillos de su pantalón de tela. Creo que Oli es el único en toda la familia que se pondría un pantalón y una camisa carísimas para ir a ver a su familia un día cualquiera. Está guapísimo—. ¿De verdad te gusta tanto?
Intento apartar a un lado mis pensamientos y centrarme en sus palabras.
—¿Qué baile?
—El de Shane.
Lo miro sorprendida antes de echarme a reír.
—Oh, por favor. No me irás a decir que te ha molestado que valoremos sus aptitudes para el baile, ¿no?
—No, en realidad, no es eso.
—¿En serio?
—En serio. Solo me pregunto si tú… ¿te gusta eso? Lo de que bailen en público para ti y demás.
Lo miro atentamente. Está hablando en serio. Me deja anonadada, porque es tan sumamente raro ver a Oliver desconcertado o inseguro que, cuando pasa, no sé qué decir. No sabría como amiga y no sé como novia.
¡Puede que tenga que ver el hecho de que solo lleve unas horas siendo su novia!
—Supongo que un buen baile siempre es algo que aprecio, pero no es vital.
—¿No te gustaría que yo hiciera algo así?
Imagino por un momento la escena y no puedo evitar que mi cuerpo tiemble ante la perspectiva, pero, por otro lado, no sería algo propio de Oliver. Me acerco a él, poso una mano en su estómago, disfrutando del modo en que se tensa, y la subo hasta su torso, llegando a los botones más cercanos al cuello.
—No es tu estilo.
—Ah ¿no? ¿Y cuál es mi estilo, según tú?
—Eres más de acción que de baile —susurro besando la base de su cuello. Cuando siento el modo en que su pulso se acelera, sonrío—. Lo tuyo es más arrancarme las bragas o alzarme en vilo en la ducha mientras… —El quejido que sale de su garganta me hace sonreír—. Eso es.
—Eres un demonio, Emily. —Me río, para nada arrepentida de mi actitud—. Esa vena tuya… Dios, cómo me pone. —Me aprieta contra su cuerpo, para corroborar sus palabras, y ahogo un gemido.
—He decidido que quiero pasar el resto del día en la cama. ¿Tienes algo contra eso?
—Como médico, recomendar a la gente pasar tiempo en la cama es parte de mi trabajo. —Suelto una risita cuando me alza en brazos, haciendo que rodee sus caderas con las piernas—. Y como novio, va a encantarme arrancarte las bragas de nuevo.
—Mañana iré de compras con tu tarjeta de crédito.
—Toda tuya, pequeña, toda tuya.
Me río, pero cuando llegamos a la planta superior y Oli me tira en la cama, me preparo para pasar una de las tardes más agotadoras y satisfactorias de mi vida. Tanto es así que, cuando la noche llega, estoy rendida y apenas soy capaz de bajar a cenar algo y arrastrarme hasta el sofá, donde vemos una peli y dormito.
—Intuyo que mañana mi día en el campus será maravilloso. No se puede ir más relajada que yo.
Oliver se ríe entre dientes, me abraza y acaricia mi pelo mientras pone una peli y deja que convierta su cuerpo en mi colchón favorito.
Por desgracia, mis deseos para el día siguiente no se cumplen. Nada más llegar a clase, veo a Brittany y su séquito sentadas donde yo solía hacerlo. Las ignoro, colocándome en otro sitio, y soporto durante una hora entera el modo en que me miran y cuchichean. No es hasta más tarde, cuando entro al baño, que me doy cuenta de que Oliver ha dejado una marca en mi clavícula y con esta camiseta se ve todo. Suspiro, resignada. De todas formas, haga lo que haga y vean lo que vean, van a seguir hablando de mí, así que lo mejor que puedo hacer es terminar otro día infernal de universidad y marcharme a la oficina de Vic y Dani, donde me esperan para darme trabajo. Con suerte, Oli no estará muy cansado al volver del hospital esta noche y podremos hablar de ello antes de meternos en la cama.
El problema es que mi mala suerte parece no querer abandonarme y, cuando estoy a punto de salir del baño, Brittany entra con su sonrisa altanera, su mirada de gata cabreada y, para mi sorpresa, una marca también en su clavícula. El problema es que se ve muy claro que los motivos por los que nos las hemos hecho son distintos.
—¿Quién te ha hecho eso?
Lo pregunto por impulso, más que otra cosa. Es una marca muy fea cerca de la base del cuello. Muy muy fea. Ella se pone rígida, se tapa de inmediato con el pañuelo que se le ha resbalado y me mira con tanto odio como es posible.
—¿Debería preguntarte lo mismo?
Intento no entrarle al trapo. Sé que me odia, lo sé, pero ahora mismo, todo lo que puedo hacer es pensar que esa marca del cuello es como si alguien hubiese intentado…
No puedo acabar el pensamiento, porque pasa por mi lado empujándome sin miramientos. Me giro y me miro en el espejo. Mi marca es distinta. Es un bocado de Oliver, sí, pero seguramente ni siquiera se dio cuenta de que me había marcado. El suyo no es de una boca y, si lo es, no está hecho con cariño. Dios, suena fatal, lo sé, pero es que sé lo que digo.
—Imagino que ya lo sabes —me descubro diciendo—, pero la facultad tiene un departamento de atención y…
—Emily, ¿qué te hace pensar que puedes hablarme como si fuéramos amigas? ¿Qué digo? Como si fuéramos conocidas. Ni siquiera lo somos. Tú te follas a un Lendbeck, del mismo modo que hizo tu hermanita, y yo estoy aquí por méritos propios.
—No sabes nada de mí —le digo en voz baja—. Estoy aquí por méritos propios, como tú.
Su risa me duele, no lo puedo evitar, pero esta vez, al contrario que muchas otras, veo algo más en su modo de tratarme. Aparte del odio, el tono despectivo y las palabras hirientes hay un fondo de… dolor. No lo había visto antes. No había sido capaz de hacerlo entre tantas malas acciones. Y no es que justifique a Brittany, no lo hago, pero está claro que no sé cómo es su situación ni contra qué lucha ella para estar aquí.
Después de todo, me odia por tener una vida acomodada y eso es cierto. No soy rica, pero vivo con un hombre que sí lo es, en parte porque gana un buen sueldo en el hospital, pero sobre todo por su familia. Una familia buena y honrada, sí, pero adinerada de todas formas. Yo, que los conozco desde que nací, solo veo en los Lendbeck a una familia que me ha apoyado siempre, sin importar qué necesitara, pero si me paro un segundo y lo miro desde fuera, el prisma es otro.
Un tatuador y compositor famoso casado con una fotógrafa y teniendo cuatro hijos con vidas privilegiadas. Ethan, saliendo en las revistas cada dos por tres con un lío amoroso nuevo. Daniela y su lista de asistencia a innumerables fiestas en las que no todo el mundo es aceptado, ni siquiera con dinero. Vic, Adam y el tremendo follón que se armó cuando ella abandonó las redes sociales y se rumoreó que era adicta a las drogas…
No sé qué tipo de vida ha llevado Brittany, pero por primera vez soy capaz de ponerme en sus zapatos y comprender que, desde su punto de vista, somos una panda de niños mimados y privilegiados que no valoramos lo que tenemos. No es así, y no pienso justificarme con ella, ni justificar su comportamiento, pero puedo entender las razones que la llevan a ello. Ahora puedo. Y es mucho más de lo que podía decir hace un rato, por eso me limito a suspirar, colgarme bien la bandolera que llevo y mirarla con cierta amabilidad, pese a todo.
—Si algún día necesitas hablar…
Su risa, cruel y despectiva, me interrumpe.
—Antes preferiría arder en los infiernos que mantener una conversación con… —vislumbro el insulto entre sus dientes, aunque no lo diga. Endereza los hombros y señala la puerta—. ¿Has acabado? Necesito cierta intimidad y respirar un aire un poco menos… denso.
Es otro insulto, supongo. Podría decirle que el baño es público y compartido, pero hoy, por las razones que sean, me compadezco de ella, porque creo, de verdad, que ya tiene bastante con la vida que lleva y, realmente, lo que a mí me importa está fuera de aquí. Salgo del baño dispuesta a volver a casa, a los brazos seguros de Oliver, y decidida a replantearme mi situación con Brittany desde mañana mismo.
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¿Nos leemos el viernes? 🙂
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