Contemplo a Emily dormir plácidamente, por fin, y suelto el suspiro que he estado conteniendo durante horas. Es tan bonita, joder, y tan… increíble. Suena típico eso de que me quedo sin palabras mirándola, pero es cierto. Si tuviera que describir el modo en que me siento desde hace semanas, no podría hacerlo con exactitud. Sería como intentar describir todos los detalles de un terremoto en vivo y en directo. No puedo. Se me escapan cosas porque no sé cómo hacerle entender a alguien el modo en que su dualidad me afecta. La Emily que comete julietadas me vuelve loco, sí, pero la Emily que se rinde y se permite a sí misma sentir y hacer lo que necesita me desarma de tal modo que acabo rendido a ella.
En realidad, asusta bastante, porque nunca he sentido algo parecido, lo que no quiere decir que no esté convencido de hacer esto. Quiero estar con ella. Quiero tener una relación seria con ella, no solo porque el sexo me resulte extraordinario (que también) sino porque considero que no hay otra forma de estar con Emily. No puedo, simplemente, reducirlo a sexo. Esto es importante. Es de mi familia. Y sí, me da un miedo acojonante que salga mal y nuestras familias tengan que verse en la tesitura de enfrentarse a una relación rota, pero me daba más miedo aún que ella pensara que esto nuestro era esporádico, o que podía salir con otras personas. En realidad, si me paro a pensarlo, estar con Emily es uno de los actos más egoístas que he cometido nunca.
Mi vida es un caos, trabajo tantas horas que llego a casa exhausto la mayoría de las veces, pero pensar que ella pueda salir con otro me parte en dos con tal intensidad que no puedo soportarlo. No quiero que salga con otros. Quiero que salga conmigo, aunque eso la prive de vivir algunas experiencias en la universidad. Experiencias que yo sí viví, por otro lado. Pero es distinto. Me digo que Emily, en realidad, está haciendo un máster. Ella ya cursó su carrera en España y no es ninguna jovencita inexperta. Para muestra, lo que hizo con Billy el lechero. Bufo en un tono un tanto despectivo, pero solo porque no quiero reconocer que, en el fondo, sí que me pica imaginarla con él. Me pica imaginarla con cualquiera, no a un nivel enfermizo, ni mucho menos, pero sí de un modo reaccionario. Lo suficiente como para saber que Billy va a caerme mal de por vida, igual que cada tío que haya pasado por su vida. E intuyo, no sé por qué, que mi exniñera, por ejemplo, tampoco está en su lista de personas favoritas ahora mismo.
—¿Vas a dormir en algún momento? —murmura Emily con los ojos cerrados y voz ronca—. No sé cómo consigues mantenerte despierto. Hay algo que no estoy haciendo bien.
Me río, acaricio su espalda, ahora que se ha puesto boca abajo, y beso un hombro desnudo.
—Solo estaba pensando.
—Espero que en nada malo.
—A medias. Oye, Billy el lechero…
Oigo un bufido salir de su boca antes de que gire la cara y su risa entrecortada llegue hasta mí.
—Duérmete, Oliver, y deja en paz al pobre Billy.
Le hago caso, pero solo porque tiene razón: es un tanto absurdo querer saber más, sobre todo cuando la información, con toda probabilidad, no va a sentarme bien. Emily se gira de costado y aprovecho para abrazarla desde atrás, cierro los ojos y me obligo a dormir lo poco que queda hasta el amanecer. Agradezco infinitamente haber pedido un cambio de turno en el hospital para asistir a la dichosa fiesta, porque así, al menos, tengo un día libre para disfrutar de ella.
Me quedo dormido con una sonrisa tonta en la cara solo por saber que, al despertar, voy a volver a hacerle cosas del todo indecentes a Emily. Por desgracia, el despertar no es tan bonito. Mi teléfono suena insistentemente y, cuando contesto, mi padre me saluda con voz grave.
—Vamos a tener una reunión familiar, y no se te ocurra escaquearte: sabemos que libras.
Por un momento la preocupación me cierra la garganta pensando que sabe lo de Emily, pero me obligo a calmarme después de un segundo.
—¿Todo bien? —pregunto.
—Tenemos que hablar de las consecuencias de organizar fiestas que se van de las manos en la casa de la piscina.
—¿Tenemos? Yo no he organizado nada, y Emily tampoco —digo con voz ronca, provocando que ella se remueva y abra los ojos. Joder, qué guapa está—. Papá, tengo que colgar.
—Ven a casa, Junior, y Emily también.
—Ajá.
—Te lo digo en serio.
—Que sí.
—Tus hermanos… —suspira—. Tú solo ven a casa, ¿de acuerdo?
La desesperación por colgar y centrarme en Emily es tal que ni siquiera respondo con una palabra. Le dedico algo entre un gruñido y una afirmación y cuelgo. Suelto el teléfono en la mesilla de noche y cuelo una mano bajo la sábana, sobre el estómago de Emily.
—Mmm —susurra—. Buenos días.
Sus ojos somnolientos me indican lo cansada que está. Necesitaría dormir, al menos, cuatro horas más para reponerse de esta noche, pero no tenemos tiempo. No, si queremos tener sexo matutino. Y, joder, yo quiero. Se lo dejo claro en cuanto mis manos llegan a su entrepierna y, a juzgar por el modo en que las abre y su sonrisa perezosa, creo que no soy el único que se ha levantado con esta idea en la cabeza.
Dos horas después aparcamos en el patio de entrada de mis padres satisfechos, duchados y cada uno con un termo de café en la mano.
—En realidad, lo de los termos canta mucho. Tendríamos que haber pedido café aquí.
—No estaba mi padre muy hospitalario cuando hemos hablado —murmuro—. créeme, es mejor que hayamos traído nuestro propio café.
—¿Crees que saben…? —La duda en su voz me hace entrecerrar los ojos.
Imagino que se pregunta si creo que saben lo nuestro, y la respuesta es que no, no creo que lo sepan, pero ¿por qué parece ella tan alterada?
—¿No quieres que lo sepan?
Emily tarda unos instantes en responder, lo que dice mucho por sí mismo.
—No es eso. Lo que no quiero es que la noticia llegue a España… todavía.
Entiendo al instante lo que quiere decir.
—Diego.
—Mi padre no está llevando muy bien mi marcha y ni siquiera sabe que vivo contigo. Si le digo ahora que hemos empezado una especie de relación…
—¿Especie de relación? No es “una especie de relación”. O lo es, o no lo es. Y sí lo es. —Vale, reconozco que el tono se me está yendo de las manos.
—¿Qué te pasa?
—Que me molesta que digas que es una especie de relación. Yo no he tenido relaciones serias porque no tenía ni tiempo, ni ganas, pero si decido tener una, quiero denominarla como tal —aclaro en voz firme, pero baja para que no piense que estoy demasiado enfadado.
Emily me mira con la boca abierta y no es para menos. ¿Qué me pasa? ¿Por qué, de pronto, me molesta que no quiera gritar a los cuatro vientos que estamos juntos? Es absurdo. Sus razones son completamente válidas. De hecho, este es uno de los motivos por los que nunca he querido tener relaciones. Implican lidiar con sentimientos para los que no tenía tiempo. Tampoco ahora tengo, pero aun así no tengo dudas a la hora de saber lo que quiero. No las tengo. Y eso es lo que de verdad me da miedo.
—Está bien —susurro—. No tienen por qué saberlo.
—No son buenos guardando el secreto. Tus padres, sí, pero el resto…
—¡Eh, tortolitos, ya era hora de que llegarais! Menudo cutis se os ve desde aquí.
Ethan grita desde la puerta, sonriéndonos y dedicándonos un baile que, supongo, está destinado a hacernos sentir incómodos, pero nada más lejos de la realidad. Qué bien baila el cabrón. Así no puede uno sentirse insultado.
—Ojalá yo bailara así —murmura Emily.
Y me río, porque supongo que ella tampoco está sintiendo la burla como tal.
Ethan se debe dar cuenta, porque para y bufa.
—¡Venga! Papá y mamá están esperando y están… Bueno, es mejor que veáis cómo están.
No lo dice en tono de broma. De hecho, es muy probable que esté aquí, en la puerta, para no tener que estar dentro con ellos. Mis padres son de enfadarse poco, la verdad, pero cuando lo hacen, tiemblan las paredes.
—Olvida eso de que no son buenos guardando el secreto. Ethan y Daniela lo saben, así que estoy sentenciada.
Intento no reírme, porque sé que, para ella, esto es serio.
—Les diremos que guarden el secreto.
—¿Y lo conseguirán?
—No suelen hablar con tus padres. Solo tienen que quitarse del medio en las videollamadas que hagan con Vic. Estaría más preocupado por tu hermana.
—No es problema. Fue ella la que me aconsejó que no dijera nada de que vivía contigo.
—Entiendo…
—No es por ti, Oli —murmura Emily, dándose cuenta al instante de lo que ocurre—. Ya conoces a mi padre. No quieres enfrentarte a un Diego Corleone acusándote de robarle a su hija, ¿verdad? No es divertido. Pregúntale a Adam.
—En realidad, a Adam precisamente parece divertirle mucho.
—Cierto. No ha sido un buen ejemplo. —Me río entre dientes, cojo su mano y me la llevo a los labios.
—Entremos. No te preocupes por mí, ¿de acuerdo? Puedo manejarme con un secreto, siempre que lo compenses con una…
No puedo acabar. Daniela sale corriendo de casa, se agacha junto a la ventanilla y nos mira con cara de circunstancias.
—Papá amenaza con echarnos, Oli. Tienes que entrar ahora mismo.
No me río. No pienso hacerlo, porque eso sería dar alas a mi hermanita, así que bajo del coche dando un sorbo de café y la sigo hacia el interior de la casa. Emily hace lo propio y, cuando llegamos al salón, nos encontramos con Vic y Adam tirados en un extremo del sofá, enredados en una maraña de piernas y brazos mientras nos miran con cara de sueño. No me pasa desapercibida la sonrisa de Vic en cuanto ve a su hermana. Le hace un gesto con la mano, como indicándole que luego quiere hablar con ella, y tiemblo, porque de pronto tengo la imperiosa necesidad de que Emily solo diga cosas buenas de mí y de esto nuestro, para que Vic se ponga de nuestro lado por si algún día tenemos que decirle a Diego que estamos juntos.
“Va a estar contigo mientras dure el máster y luego se irá a España. ¿Por qué tendría que mencionarte? Su padre ni siquiera sabrá que has vivido con ella”.
La vocecita de mi interior que me lanza las palabras consigue que el veneno me afecte unos instantes, pero me obligo a prestar atención a mis padres y pensar en otra cosa. De verdad, lo último que necesito es añadir problemas por mi cuenta a esta relación cuando apenas tiene unas horas de vida. Me siento en el sofá, con Emily a mi lado, y observo el modo en que mi madre nos mira.
—Ay, Dios, ¿estáis juntos?
¿Qué? ¿Cómo demonios lo han sabido?
—¿Cómo lo has sabido? ¿Tanto se nota? Ay, Dios, ¿se me nota en la cara? —La alarma de Emily me hace fruncir el ceño.
Por suerte o por desgracia, el chillido de mi madre consigue interrumpir mis pensamientos.
—¡Junior, cariño!
Mi madre se tira sobre mí sin miramientos, sin frenos y sin pararse a pensar. Luego se preguntará de quién han heredado Ethan y Daniela su impulsividad… Me río, porque es imposible no hacerlo, y la acojo entre mis brazos mientras mi padre se ríe entre dientes.
—Entiendo que te alegras de esto —murmuro.
—¿Alegrarme? ¡Es maravilloso! Nuestra familia crece y lo hace con alguien de dentro. Es todo lo que he pedido a la vida siempre, sinceramente. He suplicado durante años que os enamorarais de componentes de los León porque así no tendría que lidiar con familias nuevas. Soy muy intensa y no consigo caer bien a todo el mundo, mucho menos como suegra, así que… Pero es genial, Em, ¡porque tú ya me quieres! —Se para en seco y frunce el ceño—. Porque me quieres, ¿no?
Emily suelta una carcajada y asiente.
—Claro que te quiero. Eres como una madre para mí.
Mi madre, que todavía está encima de mí, se emociona hasta las lágrimas y me da un tortazo, a saber por qué, antes de mirar a mi padre.
—Oli…
—Lo sé, nena.
—¿No es increíble?
—Lo es.
No tengo ni puta idea de qué están diciendo, en realidad, pero tampoco me sorprende. La mayoría de las veces mis padres hablan entre sí de tal forma que consiguen dejarnos fuera a mis hermanos y a mí. Es una táctica mejorada durante años y años que consiste, básicamente, en poder decir lo que les da la gana usando la increíble conexión que tienen y dejándonos fuera, algo que antes me molestaba y ahora… Bueno, ahora también, porque están hablando de mí, pero no sé exactamente en qué sentido.
—Me debes una cena y un tatuaje —dice entonces mi madre.
Soy tremendamente consciente del modo en que se oscurece la mirada de mi padre. Ojalá no lo fuera, pero lo soy. Un escalofrío me recorre la espalda, y no es un buen escalofrío.
—Esta noche, nena.
—Mierda, Adam, tenías que haberte hecho tatuador. Quiero un hombre que me prometa tatuajes así —murmura Vic.
Mis hermanos estallan en carcajadas, pero mis padres están tan absortos uno en el otro que ni siquiera se dan cuenta.
—Supongo que va a ser difícil lo de llevarlo en secreto —me dice Emily con una pequeña sonrisa.
—¿Y por qué ibais a querer llevarlo en secreto? Es una gilipollez. En esta familia no hay secretos. ¡No los hay! —exclama mi hermana Daniela—. Por ejemplo, Ethan no pudo ocultarme nunca que se tiró a mi ex mejor amiga, Lizzie. Lo intentó, pero no pudo.
—Me pintó en el coche “Cabrón” con espray de grafitis solo porque le dije que no quería nada serio.
—Y por eso dejó de ser mi mejor amiga, pero, aun así, no pudiste ocultármelo.
—¿Cómo iba a ocultarte que me había pintado un insulto enorme en el coche? ¡Estaba loca!
—En su favor hay que decir que tú hiciste cosas que la llevaron a hacerse ilusiones y luego…
—Yo no le hice nada. No tengo la culpa de que las mujeres se obsesionen conmigo una vez que me prueban.
—Hablando de mujeres —dice mi padre, que se ve que ha salido de su momento mágico con mi madre a golpe de discusión de mis hermanos—. Tenemos que hablar de la fiesta de anoche.
—Yo no hice nada —dice de inmediato Ethan.
—Yo, menos —añade Daniela.
—Nosotros nos portamos como una pareja responsable y cabal, ¿a que sí? —dice Vic mirando a Adam, que solo sonríe.
—Ethan, acabaste bañándote en la piscina a las cuatro de la madrugada.
—No me parece tan grave —murmura mi hermano.
—¡Tiraste un barril de cerveza, te subiste sobre él y gritaste que eras el rey del mundo!
—Qué feo eso, hermanito —susurra Daniela intentando chincharlo.
—Tú mejor te callas, Daniela —dice mi madre—. He visto tu video intentando hacer un striptease en la mesa de la casa de la piscina. ¡Un striptease! ¿Pero qué te pasa?
—Tiene una explicación, mamá.
—Adelante.
—Quería joder a Shane.
—¡Eso no es una explicación, Daniela!
—¿Cómo que no? No te imaginas la cara que puso cuando me vio ahí subida, decidida a quitarme la ropa. —Se ríe, regodeándose en su idea—. Y, para tu información, salió bien, porque no tuve que quitármela toda.
—Sí, hija, tu madre y yo vimos cómo Shane te bajó de la mesa y te sacó de la fiesta de un modo un tanto… impulsivo.
El tono reprobatorio de mi padre hace que mi hermana se achante y ponga cara de arrepentimiento, pero todos en este salón sabemos que no se arrepiente una mierda de nada.
—En mi favor diré que una, por amor, comete muchas locuras. Vosotros en eso sois expertos, ¿verdad?
—Ni se te ocurra jugar la carta de nuestra historia para librarte de esto —le dice mi madre.
Mi hermana guarda silencio, pero solo hasta que mi padre sigue hablando.
—Quiero que traigas a Shane a comer.
—¿Qué? —grazna Daniela.
—Lo que has oído. Tu madre y yo queremos conocerlo un poco más, así que vas a invitarlo a comer hoy mismo.
—No, ni hablar. Nosotros tenemos problemas. No estamos juntos, como tal, y…
—¿No te acostaste anoche con él? —pregunta mi madre. El silencio de mi hermana es toda la respuesta que necesita—. Llámalo y haz que venga, Daniela.
—Pero, mamá, tenemos problemas, de verdad, y…
—Pues es hora de que los solucionéis, hija. Ya está bien de hacer el tonto, ¿no te parece?
Mi hermana la mira con los ojos de par en par y yo empiezo a comprender de qué va esto. Invitar a Shane a comer es, simplemente, el modo de empujar a Daniela a dar el paso definitivo en su relación con él. Es evidente que cree en su palabra, por fin, pero no termina de dar el paso porque, según mi punto de vista, está acojonada. Tiene miedo de que él no se comprometa al mismo nivel, creo. Una tontería, porque está claro que ese tío está loco por ella. Y eso que no era santo de mi devoción al principio, pero tengo que admitir que se está ganando mi respeto a base de paciencia con Daniela.
—Y vosotros… —dice mi madre mirando a Adam y Vic—. Vosotros no teníais que haberlo limpiado todo solos. Os tenían que haber ayudado.
Los miro sorprendidos. ¿Lo limpiaron todo? Joder, debió ser un destrozo importante, a juzgar por lo que cuentan, pero ellos solo sonríen y se abrazan más.
—Queríamos dormir en una casa limpia y libre de vómitos. No es nada —dice Adam.
—Y lo hicimos contra vuestra palmera de la entrada, lo que despertó un sentimiento de culpabilidad enorme en Adam —admite Vic, haciéndome reír por lo bajini mientras mi hermano maldice—. Oh, no debían saberlo, ¿no?
—Joder, Victoria.
Mis padres estallan en carcajadas, porque creo que son los padres más abiertos del mundo, pero también porque Vic es como de la familia y conocer a alguien desde pequeño te da ese tipo de confianza. Bueno, cualquier otra familia diría que nunca hay suficiente confianza como para admitir dónde se enrollan sus miembros, pero aquí no tenemos ningún filtro. Yo soy mucho más reservado, pero soy el que destaca en la familia por esa cualidad.
Y, sin embargo, cuando Emily se acerca un poco a mí, sonriéndome, no puedo evitar acariciar su mejilla con los dedos y besarla sin que me importe que nos estén mirando, que vayan a murmurar o, incluso, las risas que puedan echarse a nuestra costa. Joder, no me importa nada, salvo besarla. Al menos hasta que oigo la voz de mi madre.
—Dios, es tan bonito. ¡A lo mejor estamos a tiempo de organizar una boda triple!
Emily me da tal bocado que suelto un quejido mientras me separo de ella. Joder, eso ha dolido, pero su cara de pánico es tal que, al final, solo puedo reírme y besarla de nuevo.
—Tranquila, pequeña, no pienso salir corriendo a por un anillo.
Ella suspira, relajándose y poniéndose colorada de inmediato, y la familia entera se ríe. Todos, menos Vic, que nos mira con ojos ilusionados.
—Sería tan bonito…
—Olvídalo, Vic, en serio —dice la propia Emily—. Dios mío, ¡solo llevamos unas horas juntos! Esta familia es de lo que no hay.
—A veces, unas horas son más que suficientes —dice mi padre, guiñándome un ojo y dejándome claro que está de broma—. Piénsalo, Emily. Solo tendrías que llamar a tu padre y decirle que vas a casarte con Oliver el mismo día que tu hermana se casa con Adam. —La cara de Emily pierde todo el color y mi padre se ríe, sentándose a su lado y pasando un brazo por sus hombros—. Es broma, cielo. Todos queremos demasiado a ese gruñón como para querer matarlo de un infarto, ¿verdad?
—Él no puede saberlo. Aún no… —susurra Emily con voz acongojada.
—No te preocupes, hermanita. Guardaremos el secreto. Estamos a miles de kilómetros de distancia. Esto está tirado.
Vic le guiña un ojo y veo el modo en que Emily se relaja contra mi padre, que besa su cabeza y frota su brazo para reconfortarla. Todos se ponen a hablar de la boda que sí va a celebrarse, que es la de Vic y Adam, y yo me quedo aquí, mirando a Emily y pensando que es mi novia.
Joder, Emily Corleone León es mi novia. Eso debería levantar algún tipo de sentimiento inquietante en mí, pero, curiosamente, todo lo que siento es… felicidad.
Solo espero que dure mucho, mucho tiempo.
Si os ha gustado, no olvidéis votar y comentar 🙂
¡Os espero en Insta para comentarlo!