Capítulo 14

by Cherry Chic

Tengo que trabajar más en mis negativas. Mucho más. No entiendo qué demonios hago en una fiesta en la que no quiero estar. ¡Porque no quiero estar! Estoy harto de parecer el aburrido, pero es que no encuentro diversión en venir a la casa de la piscina, donde viven Vic y Adam, para beber y bailar, cuando puedo tomar una copa de buen vino en casa y bailar no es lo mío. Ethan, en cambio, está en su salsa desde que llega. No he visto a nadie moverse tanto en una fiesta como él. Solo para para tomar algún té con hielo o agua, porque está en plena temporada y se cuida como nadie. Cualquiera que lo vea ahora, no se cree que en verano se pone hasta el culo de chupitos en el camping. Y, aun así, se mueve más que si se hubiese metido siete litros de café. Baila absolutamente todas las canciones, se las ingenia para ser el centro de atención, hasta cuando no lo pretende, y antes de que lleguen todos los invitados ya ha guardado más números de teléfono de los que puedo recordar.

Evidentemente, tal y como le dije a Emily, aquí no está solo la familia. La mayoría de gente que hay no la he visto en mi vida y hasta Vic tiene mala cara.

—A mí toda esta gente me agobia. No pensé que se iría tanto de las manos —dice Vic.

—¿En serio? —pregunto irónico—. Conoces a Daniela tan bien como yo.

Mi cuñada suelta un suspiro y me fijo en cómo observa a una chica que se bebe medio vaso de a saber qué brebaje sin control. Frunce el ceño y me mira.

—Pensaba que sí, pero creo que no estoy lista para una fiesta de este tipo. Esa chica… no acabará bien la noche.

Mi primer impulso es ser irónico, pero me lo guardo para mí. Vic tuvo problemas de ansiedad y, al principio, abusó del alcohol y los calmantes en alguna que otra ocasión para poder relajarse. Algo totalmente desaconsejado. Ahora tiene ayuda y me consta que no lo ha hecho más, pero nunca me he planteado hasta qué punto era difícil para ella hacer vida normal en situaciones como esta.

—¿Malos recuerdos? —pregunto.

Ella se encoge de hombros.

—No es como si quisiera coger una botella y beberla a morro ni nada de eso, me he tomado una copa y ya está, pero… no sé. Me incomoda ver que algunas chicas están en la senda en la que estaba yo, y no saber si tienen a alguien que las ayude a salir de ahí me incomoda aún más.

Asiento, comprendiéndola. Y, de pronto, una idea cruza mi mente y me siento estúpido por no haberlo visto antes.

—En el hospital tenemos un programa de sensibilización sobre los peligros que conllevan las adicciones al alcohol o las drogas y un acuerdo con algunos institutos de aquí. Quizá deberías plantearte, en algún momento, pasarte a dar una charla por alguno de ellos. —Sus ojos se abren como platos y puedo ver el terror que le da el pensarlo—. No tienes que hacerlo, Vic. Solo es una idea.

—¿Crees que me escucharían?

—Estoy bastante seguro. Fuiste una gran influencer y tus redes todavía cuentan con incontables seguidores, aunque apenas las uses. —Suspiro—. A lo mejor es hora de usar eso para bien, en vez de dejarlo de lado. No llegaste a ser adicta, pero aun así necesitaste ayuda psicológica. Quizá es hora de utilizar tu propia historia para ayudar a otros que estén al borde del abismo.

Vic me mira del mismo modo que lo hacía cuando de pequeños le explicaba por qué era mala idea surfear cerca de las rocas. Sé que esto que le planteo le da miedo, pero también sé que podría hacerlo y ejercería una gran labor. Si algo he aprendido de mis padres es que la fama puede ser una mierda, pero también puede utilizarse para hacer cosas buenas.

—¿Y me aceptarían en los institutos después de haber salido en las revistas como una supuesta borracha y drogadicta?

—No eres ni una cosa, ni la otra.

—Los medios hicieron ver que sí.

—¿Qué medios? —bufo—. El crédito de esa revista es el mismo que el mío como pescador, por ejemplo. Ninguno. Elegiste guardar silencio como medida y lo vi muy bien en su momento, pero a lo mejor es hora de alzar la voz en favor de aquellos que lo necesitan y dejar que tu trabajo y esfuerzo hablen por ti.

—Eres un ser humano muy sabio, JR.

—Que me llamo Oliver, joder.

Vic suelta una risita y, justo entonces, divisa a mi hermano, que intenta llegar hasta nosotros entre los invitados.

—Si me disculpas, es hora de dejar de lado las conversaciones profundas. Ese hombre y yo tenemos un polvo salvaje que echar en algún rincón oscuro de esta mansión.

—Esta mansión es la de mis padres y ese jardín, el vuestro. ¿Por qué hablas como si fueras a vivir una aventura? Vas a acostarte con tu prometido en tu casa.

—Eres único quitando emoción al asunto, ¿eh? —Me encojo de hombros—. Te dejo, voy a hacer de esta noche algo inolvidable.

—Muy bien —le digo riéndome—. Oye, ¿y tu hermana? ¿Sabes cuándo llega?

—Todo lo que sé es que tenía que ir con Daniela a algún sitio y luego vendrían juntas. No te preocupes.

Se va con mi hermano, que justo llega hasta ella, y por el modo en que la mira, sé que van a tener sexo en menos de dos minutos. En serio, son como monos en celo. Yo, por mi lado, me quedo pensando en Emily. Puede que Vic diga que no tengo que preocuparme, pero está con mi hermana haciendo no sé qué para una fiesta que ha organizado esta. Créeme, hago bien en preocuparme. Es igual de fácil que aparezca aquí subida en un tigre de bengala o en una carroza gigante de Cenicienta. He visto a Daniela cometer verdaderas locuras para hacer entradas triunfales y, aunque me extrañaría que Emily la acompañase, nunca se sabe.

Las julietadas están a la orden del día y aparecen cuando menos las esperas.

Me paseo por el salón sin importarme lo más mínimo que me miren mal por no estar disfrazado. Llevo un pantalón vaquero y un jersey y considero que no me sobra ni me falta absolutamente nada. Dije que no pensaba disfrazarme y no lo he hecho, ya no por llevar la contraria, sino porque no me gusta, y en esta familia tienes que dejar bien claro lo que no te gusta y ser consecuente para que no te arrastren a todas las locuras que se les ocurren.

Me sirvo una cerveza de la nevera y me apoyo en la isleta de la cocina, frente a la puerta de entrada, dispuesto a localizar a Emily en cuanto entre. Patético, puede, pero tampoco me importa. Soy lo bastante maduro como para admitir que lo único que me intriga de toda esta noche es saber qué disfraz habrá elegido finalmente. No ha querido contármelo, supongo que no quiere que me ría de ella por acceder a disfrazarse. Miro de reojo a Ethan, bailando con una chica con la que, si no acaba en la cama, será de milagro, porque se compenetran a la perfección al ritmo de la música y eso para mi hermano es esencial. Tiene la teoría de que, si no puede bailar con alguien y sentir que la magia fluye, no lo hará en la cama. Lo que pasa es que él es tan bueno bailando que haría que una columna de hormigón se le acompasara y parecería que hacen algo bonito cuando es él quién lo consigue.

El movimiento de la puerta al abrirse me distrae, porque no he dejado de mantener mi atención en eso. Rezo para que sea Emily, se tome un par de copas y quiera irse a casa. Acierto, a medias.

Es Emily, pero dudo mucho que vaya a irse a casa pronto porque ella está… Ella es…. Joder. Es que… joder. ¡Joder! Va de ángel. Sé que va de ángel porque lleva unas alas enormes que solo he visto antes en desfiles de Victoria Secret.  De hecho, el resto del conjunto probablemente también podría ser de esa marca, o no. Yo que sé, si es que… Todo el mundo la mira. ¿Cómo no la van a mirar? Joder, no es para menos. Va de ángel, pero es un ángel de esos capaces de convencerte de iniciar el fin del mundo. Lleva un corsé blanco ceñido a cada una de sus curvas. A todas sus malditas curvas. Hay cuerdas, cosas que brillan, unas medias de ligueros y unos tacones que… Oh, joder, esos tacones.

Mi cuerpo reacciona tan rápido que duele. Y no soy el único, a juzgar por cómo la miran prácticamente todos los tíos de la fiesta. Tengo una opinión muy concreta de eso, pero ni siquiera voy a expresarla porque, uno, me haría parecer un cavernícola y no lo soy. Y dos, mi cerebro está fundiéndose a un ritmo frenético.

No sé si ella me ha visto y me ignora o todavía no ha reparado en mi presencia, pero, en cualquier caso, aprovecho para revisar bien su rostro. El maquillaje es natural; sigue siendo la dulce Emily, solo que enfundada en un disfraz de ángel pensado para pecar de millones de maneras distintas. Verla a diario ya es difícil. Intentar obviar su precioso cuerpo y su preciosa cara, un suplicio, pero si encima aparece así yo… Se me va a notar. Se me va a notar muchísimo. Doy un sorbo a mi botellín de cerveza y procuro pensar a todo trapo la manera de salir de esta situación sin hacer el ridículo, pero solo me visualizo babeando cuando venga a saludarme. Eso no ayudará.

Emily me mira.

Espera.

Emily me está mirando.

A mí. Podría mirar a cualquiera de estos imbéciles, pero me mira a mí. Y me sonríe. Soy el cabrón con más suerte del mundo solo por eso. Aun así, a medida que se acerca me tenso. Joder, ese disfraz deja muy poco a la imaginación. Poquísimo. Y lo poco que deja es brutal, casi que mata la imaginación, así que…

—Madre mía, nena —dice un tío apareciendo de la nada, cuando solo le quedan unos pasos para llegar a mí—. Dime qué tengo que hacer para morirme y que me reciba un ángel como tú en las puertas del cielo.

Suelto un bufido inevitable. ¿En serio? Es ridículo, y se está buscando quedarse sin dientes así, de pronto. Yo no soy violento, pero a lo mejor se los saco uno a uno con el cortacésped.

Respiro hondo.

Ese no soy yo. Yo soy mucho más civilizado. Además, Emily no parece incómoda. De hecho, le sonríe. ¿Que eso me jode la vida? Sí, pero sonríe, que es lo importante.

—¿Quién dice que tú puedas ir al cielo cuando mueras?

El chico, que se ve que ya ha agotado todo el ingenio que tenía, la mira con la boca abierta, literalmente.

—Nena, hazme lo que quieras.

Cuadro los hombros. Es un imbécil, pero un imbécil atractivo, y si Emily dice que sí…

—Ese es el problema, cielo. No quiero hacerte nada.

Casi me atraganto con el sorbo que he dado para disimular mi rabia. ¿Qué acaba de pasar? El chico la mira embobado, sin capacidad de respuesta, pero ella simplemente sigue adelante y recorre los pocos metros que la separan de mí.

—Buenas noches, Oli.

Su voz. Joder. Me he puesto todavía más duro, si es posible. Aprieto los dientes, tenso.

—Buenas noches, Em.

—¿Qué te parece mi disfraz? ¿Te gusta?

La miro a los ojos, y tiene mérito, porque ese disfraz pide que me la coma con los ojos. De hecho, lo que de verdad me pide es que me la coma a bocados, besos y…

No. No voy a seguir por ahí.

—Es bonito —admito—. Aunque no te pega mucho, ¿no?

Me maldigo. No quería hacerlo sonar como algo malo, ni hacerle daño, pero Emily se ríe, para mi sorpresa.

—Tú no tienes ni idea de lo que me pega.

Elevo las cejas, anonadado.

—Supongo que no, pero siempre imaginé algo así más del estilo de Vic.

—¿Algo así?

—Sí, ya sabes…

—¿Qué sé? ¿Demasiado provocativo?

Su actitud… estoy en terreno peligroso y creo que, diga lo que diga, voy a cagarla. Y, de todas formas, esa actitud y ese disfraz me tienen tan a tono que acabaré diciendo algo inapropiado antes o después.

—No he dicho eso.

—Yo sí. —La miro con los ojos de par en par, arrinconado contra la isleta mientras ella sonríe lentamente—. Me lo he puesto para eso: para que me miren.

—¿Quieres que te miren?

Emily vuelve a reír y su risa reverbera justo en mi…

Tengo un problema enorme.

—Quiero que alguien me lo arranque más tarde. A ser posible, con los dientes.

Vale. Rectifico. Ahora es cuando de verdad tengo un problema enorme.

Emily se acerca un paso más, mirándome como si quisiera retarme, y mis pensamientos se dividen en dos. El primero es lo jodidamente bien que huele. El segundo es que parece decidida, pero no sé a qué. Y entonces pienso, no sé por qué, en todos esos chicos del campus que han intentado salir con ella ya. Y en todos los que hay aquí. Y en que cualquiera de ellos puede ser el afortunado de acabar la noche con alguien como ella. Y vuelvo a dividirme, esta vez en un millón de fragmentos, porque yo no debería sentir esto que siento. Ni la atracción, ni los celos, ni el impulso de cogerla en brazos y llevarla a casa donde solo yo pueda disfrutar de ella y su disfraz. No debería, y mucho menos debería permitir que eso influyera en nuestra convivencia, pero se me derraman las ganas, y las ansias, y solo me está quedando una impaciencia y una ansiedad que me comen desde adentro, provocando verdaderos terremotos en mí.

Estoy excitado, enfadado, ansioso, un poco deprimido y, aunque no lo admita, un tanto esperanzado.

Soy un jodido caos emocional y todo es por culpa de Emily Corleone León.

—¿No tienes nada que decir? —pregunta ella, aún en actitud provocadora.

Asiento. Sí, claro que tengo algo que decir. Voy a decirle que espero que lo pase bien esta noche y que…

—Quieres que te quiten el disfraz con los dientes…

Un momento, eso no era lo que quería decir y…

—También me valen los rasgones con las manos, siempre que no me hagan daño.

Voy a tragarme mi propia lengua. Seguro. Esto es una locura. Emily parece… Ella no… ¡Ella no es así! ¿O sí? Joder, igual la Emily adulta sí es así y yo lo he confundido todo.

—¿Y tienes ya candidato?

Eso no era, ni de lejos, lo que quería decir, pero da igual, porque una sonrisa lenta y provocativa se extiende por los labios de Emily y, de pronto, no hay nada en el mundo que me importe más que su respuesta.

—Oh, sí, lo tengo.

Sus labios llegan a los míos en lo que dura un pestañeo. Sus brazos rodean mis hombros y sus dedos se entierran en mi nuca mientras me da el beso más intenso de toda mi existencia. No estoy seguro, pero juraría que la fiesta ha quedado en completo silencio.

O a lo mejor es el mundo, que ha dejado de girar.

Yo solo sé que sus labios están sobre los míos, su pecho se aprieta contra el mío y ella es… Todo esto es…

Joder.

Hay entradas y entradas en una fiesta, ¿verdad? 🙊

¡Os espero en insta!  🍒