Capítulo 11

by Cherry Chic

Ha pasado algo más de un mes desde que llegué a Los Ángeles. Más de un mes estudiando mi pasión. Más de un mes disfrutando de tener a mi hermana cerca. Más de un mes de vivir cerca de Oliver… con todo lo que eso supone. Más de un mes viendo a Daniela y Shane tener sus idas y venidas. Tengo tantas ganas de que esos dos dejen de hacer el tonto que estoy a un paso de encerrarlos en una habitación y dejarlos ahí hasta que lo aclaren todo. Como medida psicológica quizá no es la mejor, pero me consta que obtendría apoyos en la familia.

Por otra parte, he conseguido adaptarme a la vida en el campus, encontrando mi hueco incluso con los ataques verbales de Brittany, que sigue considerándome algo así como la peste sin ningún motivo en concreto. Y el caso es que, cuanto más conozco de ella, más pena me da, porque se nota mucho que tiene un enorme problema de autoestima, pero obviamente no seré yo quien la informe de ello. No necesito que nadie me cuelgue del árbol más grande del campus en estos instantes de mi vida.

Salgo de clase dispuesta a ir directa a casa de Oli y Dani, porque nos han convocado a todos esta tarde para una reunión de suma importancia. Teniendo en cuenta que la reunión la convoca mi hermana, doy por hecho que el mensaje que me ha llegado tiene más drama metido con calzador que otra cosa, pero aun así me puede la curiosidad. Conduzco el coche que me dejó Oliver. Es de segunda mano y me aseguró que, si no quería comprar uno para el tiempo que esté aquí, lo mejor que podía hacer es aceptarlo porque si no iba a comprarme uno. Los conozco de toda la vida. Sé que lo harían, pese a mis protestas, así que acepté conducir este y ocuparme de todos los gastos el tiempo que dure mi estancia aquí. El cómo consigo el dinero no tiene ningún misterio: mi hermana y Daniela me han contratado como ayudante. En realidad, soy la chica de los cafés y las fotocopias, pero su empresa va bastante bien, pueden permitírselo y así paso tiempo con las dos, de modo que ahora voy a clase por las mañanas, trabajo tres tardes a la semana, estudio todos los ratos libres que tengo y me torturo con la presencia de Oliver hijo por las noches.

En este mes y algo se ha aficionado a llevar un pantalón de chándal y… nada más. ¡Nada más! Y no debería ser un problema. Para la Emily del pasado no lo habría sido en absoluto. Por desgracia, la Emily del presente es susceptible a sus muchos músculos y no puede dejar de mirarlos un poco embobada cuando él no se da cuenta. Bueno, siendo leal a la verdad, se ha dado cuenta en alguna ocasión.  Yo intento controlarlo, pero no es sencillo convivir con un hombre que tiene un abdomen sobre el que se podría rallar queso sin problemas. Tampoco es fácil verlo abrir un bote de lo que sea, en serio, LO QUE SEA, y resistirse al pensamiento de que ese brazo podría levantar un coche sin demasiado esfuerzo. Aquí igual entra en juego mi imaginación y hace de las suyas, pero da igual, porque ese brazo es…

Dios, tengo que dejar de pensar en su brazo.

Y en su abdomen.

Y en sus ojos.

Y, ya que estoy, debería dejar de mirarle el culo cada vez que saca la basura. Cada.Maldito.Día.

Voy a volverme loca y ni siquiera puedo comentarlo con nadie. Vic está a tope con la boda y la empresa. Lo último que necesita es que yo le vaya con mi drama. Además, ¿qué le voy a contar?

—Oye, mira, hermanita, perdona, pero es que dedico mis noches a contar los lunares de tu cuñado. Sí, el mismo hombre al que conocemos desde que somos bebés. Ajá, sí, el hermano de tu futuro marido. Sí. Sí. Ese con el que vivo.

Se volvería loca. Pasarían dos cosas: Uno, que le hiciera una ilusión extrema verme en este estado tan desconcertante. Y dos, que empezara a preocuparse en exceso por si estoy perdiendo la cabeza.

Las dos incluyen largas charlas hablando del tema y, por lo tanto, ninguna me sirve, así que aquí estoy, calladita y sufriendo lo que me provoca deleitarme en ese pedazo de físico en silencio, como las almorranas.

Llego a casa, aparco y entro. En el salón están todos, menos Oliver, que será el último que salga del hospital y ni siquiera ha contestado al mensaje del grupo que ha creado mi hermana, pero me ha dejado claro en privado que no piensa venir cuando yo puedo informarlo en casa.

—¿JR viene luego? —pregunta justamente mi hermana.

—No tengo ni idea —miento.

Miento, claro que miento. Adoro a mi hermana, pero es un grano en el culo cuando se enfada y no tengo ganas de cargar con la charla que debería comerse Oliver. De hecho, abro mi WhatsApp y le escribo un mensaje.

Emily:

No sabes la mala cara que

ha puesto Vic al no verte

aquí. Vas a pagar por esto,

Lendbeck-Acosta.

 

Su respuesta llega de inmediato. Algo raro, porque en el hospital no suele tener el móvil encima.

 

Oliver:

Estoy en el descanso. No

sabes cómo te agradezco

que te comas la reunión

por a saber qué historia

nueva de mi familia y tu

hermana. Esta noche, hago

yo la cena.

 

 

Emily:

Creo que no me compensa una

simple cena.

 

Oliver:

¿Un masaje?

 

Emily:

Mmm. Quizá. ¿Dónde?

 

Oliver:

¿Dónde lo quieres?

 

Emily:

Puedes empezar por mis

lumbares. Si consigues

hacerlo bien, veremos si

te doy acceso a otras

partes.

 

Oliver:

Soy cirujano, pequeña.

Mis manos valen oro.

 

Emily:

Dios mío, si te vendiera

por lo que crees que

vales, me haría rica.

 

Oliver:

No te piques, sabes que es

broma. Disfruta de la reunión

y no llegues muy tarde a casa.

Mañana libro y tengo ganas de

ver alguna peli después de cenar.

 

Emily:

Puedes verla sin mí.

 

Oliver:

Puedo, pero no quiero 🙂

 

Me muerdo el labio. Estas cosas no ayudan nada a los pensamientos que últimamente rondan por mi cabeza y…

—¡Emily! ¿Me estás escuchando?

Miro a mi hermana que, con su pelo de distintos tonos de colores pastel, me observa entre indignada y curiosa.

—Perdón, estaba hablando con la prima Valentina.

Digo lo primero que me viene a la cabeza. Ella me mira elevando las cejas.

—Tu prima Valentina no está despierta a esta hora a no ser que se haya caído la casa. Y, aun así, tendría mis dudas.

Carraspeo. No pienso confesar, así que encojo los hombros y sonrío, como si fuera lo más normal del mundo.

—¿Decías?

Vic me mira fijamente. No va a dejarlo estar. La conozco. Va a ponerse intensa con este tema y…

—Nena, continúa —le dice Adam—. Estamos deseando escucharte.

Ella mira a su prometido y casi puedo ver el modo en que se desarrolla la conversación silenciosa que mantienen. Dios, su conexión es tan brutal que no puedo dejar de admirarlo y envidiarlo. Ojalá algún día pudiera tener eso con alguien. Mientras tanto, supongo que me conformo con tener reuniones familiares y fantasear con mi amigo de toda la vida barra compañero de casa buenorro.

—Hablaba de la fiesta de Halloween.

—¿Fiesta de Halloween?

—La que haremos en dos días. Este sábado.

—¿Dónde?

—En la casa de la piscina. Será algo íntimo, solo nosotros y algunos invitados extra, todos de confianza. Vamos a disfrazarnos, poner música terrorífica y…

—Alto. Alto ahí. A mí no me gustan ese tipo de fiestas.

Vic me mira suspirando. Ahora entiendo la urgencia de la reunión.  En casa, desde pequeñas hemos celebrado Halloween por todo lo alto. Para mi madre fue una decepción enorme saber que una de sus hijas no disfrutaba tanto del terror y dar sustos como el resto. Reconozco que, en esto, también me parezco más a mi tía Amelia que a mi propia madre. Aunque intuyo que a mi padre tampoco le gusta tanto y solo lo hace para complacerla. En cualquier caso, cuando fui más mayor y las bromas empezaron a ser más serias, me negué en rotundo a acompañar a mis primos a ese tipo de fiestas que me quitaban más que aportarme. Vic lo sabe, así que no tiene ningún sentido que intente convencerme de hacer ningún tipo de fiesta con motivos escalofriantes y…

—Será algo controlado. Nada que dé miedo. A ver, algunas telarañas y calabazas decoradas, pero ninguna sorpresa que nos ponga el corazón a mil, Em, te lo prometo.

—Créela —me dice Adam—. Hemos hablado de esto y está más que decidido. Será una excusa para juntarnos todos, nada más.

—Es mi gemela, Lendbeck, no tienes que interceder por mí con ella.

—Yo diría que sí, Victoria. Tratándose de ti, es normal que tu hermana no se fíe del todo.

—Eso me ofende profundamente.

—Lo siento, pero es la verdad.

Mi hermana me mira entrecerrando los ojos y yo miro a Daniela y Ethan pidiendo ayuda. Cuando no la obtengo, me detengo en sus padres, pero Oli y Daniela han aprendido a mirar a otro lado cuando de discusiones gemelares se trata.

—¿No te fías de mí? ¿Nueve meses compartiendo útero, toda la vida juntas y no te fías de mí?

—Claro que me fío de ti, Vic.

—Pues díselo al idiota de mi novio.

—De lo que no me fío es de las ideas que se te ocurren cuando se acerca Halloween. Te pareces demasiado a mamá.

—¡No me parezco demasiado a mamá!

—En realidad, te pareces un huevo —dice Ethan—, pero no tengo nada en contra. Julieta, para la edad que tiene, está que cruje.

La colleja que le llega por parte de Daniela me reconforta un poco.

—No hables en esos términos de mi madre, idiota —le digo.

—No puedo decir que Julieta está buena. No puedo decir que se me quedó la espinita de acostarme con sus hijas gemelas a la vez… —Adam se levanta, dispuesto a darle otra colleja, pero Ethan no se detiene—. ¡No puedo decir nada! Y no te embales, que sabes que ya no tengo posibilidad. —Nos mira y eleva las cejas—. Porque no las tengo, ¿no?

—¡No! —exclamamos Vic y yo al mismo tiempo.

Adam le da la colleja, sus padres se ríen entre dientes, Daniela pone los ojos en blanco y hablamos durante unos instantes de lo idiota que es Ethan y las ideas de bombero retirado que tiene antes de volver a centrarnos en la fiesta. Vic se sale con la suya y accedo a asistir, pero por no escucharla más que por ganas.

—Bien, pues ahora nos vamos contigo y así convencemos también a JR.

—Se llama Oliver, y no vais a convencerlo. Libra mañana y luego trabaja varios días seguidos. No querrá trasnochar.

—Lo que JR quiera no es importante. Tiene que hacerlo por la familia, y punto. Yo hago muchas cosas por esta familia que no me apetecen.

—¿Cómo cuáles? —pregunta Oliver padre intrigado.

—Ninguna que tenga que ver contigo, suegro, esas las hago encantadísima. —Bate las pestañas y Adam tira de su costado resoplando.

—Eres veneno puro.

Oliver se ríe a carcajadas, encantado con el carácter de su nuera, y yo pongo los ojos en blanco, porque estoy habituada a estas salidas suyas.

—El caso es que, si Oliver trabaja al día siguiente, quizá no deberíais insistirle —dice su madre.

—O quizá deba aguantarse como hacemos todos —sugiera Daniela.

—¿Shane vendrá? —No lo pregunto con malicia, o puede que un poco, pero sin ánimo de hacer daño. Me consta que hace un par de días casi acaban teniendo sexo salvaje en la oficina de él, adonde ella fue para decirle que era un imbécil, pero, en realidad, el motivo real fue que quería saber si su secretaria era otra o la arpía que, al parecer, los había engañado, había vuelto. Evidentemente no estaba, pero su presencia y descubrir sus motivos para la visita ofendió tanto a Shane que, al parecer, acabaron gritándose un montón de barbaridades. El problema es que, al parecer, son tan explosivos que cuando mejor sexo tienen, o han tenido, es detrás de una discusión. Según Daniela, el aire se espesó tanto que en cuanto Shane dio un paso hacia ella, salió corriendo como una cobarde. En mi opinión, debió quedarse y acabar con esta absurda crisis, porque está más que claro que él no la engañó con nadie. En opinión de Daniela, todavía no confía en él, y entiendo que eso son cosas que llevan su tiempo. Aun así, creo que debería invitarlo.

—Si quieres volver a confiar en él tenéis que veros. Relacionaros como personas adultas y normales. Empezar de cero. ¿Y qué mejor sitio que una fiesta de disfraces?

Daniela me mira muy seria, pero no mal, lo que ya es un paso. La que habla, para mi sorpresa, es su madre.

—Creo que Emily tiene razón, cielo —murmura—. A lo mejor es buena idea intentarlo así, poco a poco. Si no sale bien, sabrás que es hora de dejarlo ir para siempre. No podéis quedaros en este limbo emocional. No es sano para ninguno de los dos.

Toda la familia asiente, incluso Ethan y Adam, y eso que estos dos no aceptaron muy bien en su día a Shane. Intento no pensar en el hecho de que el propio Oliver Jr. convocó una reunión para ir a amenazarlo a su casa. Ese no era mi Oliver. Mi Oliver no haría…

Un momento. No es mi Oliver, joder. En ninguna de sus facetas. Dios, me voy a volver loca. Y solo de pensar que tengo que volver a casa y encontrármelo otra vez a solas y sin camiseta…

—¿Sabéis qué? —digo en un impulso—. Creo que es buena idea que vengáis a casa conmigo. Haremos una fiesta de pijamas y organizaremos la fiesta largo y tendido.

Todos se vuelven locos de alegría. Bueno, Daniela y Oliver dicen que lo agradecen mucho, pero prefieren no enfrentarse a la ira de su primogénito. A sus hermanos parece darles igual y mi propia hermana me mira raro. No es la primera vez que lo hace, pero sí es la primera vez que me pone nerviosa porque dura más de lo debido.

—En algún momento vas a tener que darme muchas explicaciones, hermanita —me dice en un momento dado que nos quedamos a solas.

—¿Sobre qué?

Ella se ríe entre dientes, suspira y frunce los labios.

—Voy a seguir haciendo como si fuera idiota y no me diera cuenta de los cambios que está sufriendo mi hermana gemela, pero que sepas que en el infierno hay un sitio reservado para gemelas que ocultan cosas tan a lo bestia como tú.

Bufo, trago saliva y me rasco un lunar inexistente del brazo.

—Ni siquiera sé de qué hablas.

—Hablo de que…

—¡Vamos, chicas! —Daniela nos interrumpe vestida con un pijama enterizo de perro dálmata que no sé de dónde ha sacado ni cómo se ha puesto tan rápido—. ¡Fiesta de pijamas!

Se sube en el coche cantando por Rocío Jurado, porque le encanta cantar coplas cuando se siente con ánimo, y yo miro de reojo a mi hermana.

—Esto no acaba aquí —me dice ella.

Trago saliva. Sé que no acaba aquí, pero, sinceramente, ahora mismo no tengo ánimos para enfrentarme a alguien ajeno a mí misma. Mi cabeza ya me vuelve loca a diario. Tener que explicar lo que estoy pensando o sintiendo se me antoja agotador. A veces, todo lo que una persona necesita es revolcarse en sus emociones para aprender cómo tratarlas. Como una lucha en el barro.

El camino hasta casa es relajado para todo el mundo menos para mí. Estoy tensa. Estoy muy tensa y arrepentida de esto, sobre todo cuando veo a Ethan empezar una botella del vino favorito de Oliver y a Daniela meterse en el jacuzzi sin quitarse el disfraz de Dálmata. Pero ¿esta chica por qué es tan desmedida para todo? Yo solo me he bañado en ese jacuzzi dos veces y las dos procurando que fuera temprano para que Oliver no me pillara. Sin saber por qué, mostrarme en traje de baño frente a él, cuando me ha visto tantas veces, ahora me resulta… raro.

Le hago una foto, se la mandó a Shane, pues tengo su número gracias a que Vic me lo pasó para “emergencias” y adjunto un texto.

 

Emily:

Este finde habrá una fiesta de Halloween.

Si de verdad quieres que esta mujer acabe

contigo, ve pensando cómo vas a currártelo.

 

Su respuesta llega poco después y, cuando leo, no puedo menos que reírme porque, joder, Shane es justo el hombre que Daniela necesita.

 

Shane:

Empiezo a buscar disfraz.

¿Estaría mal presentarme

vestido de gato solo para

ver su reacción?

 

Emily:

Me alegra ver que tienes

sentido del humor, querido.

Te hará falta cuando te

despelleje por osar presentarte,

aunque te invite ella misma.

 

Shane:

Te parecerá raro, pero vivo

soñando que esa fierecilla

me despelleje, si eso es lo

que quiere. Que me haga lo que

quiera, pero ¡que me haga algo!

 

Se me escapa una carcajada involuntaria. Sí, definitivamente Shane es el hombre perfecto para Daniela. Estoy a punto de responderle cuando una voz resuena en mi espalda. Ronca, grave y cerca, tan cerca que consigue erizar cada vello de mi nuca.

—Espero que tengas una excusa jodidamente buena para esto, pequeña.

🍒

¿Y bien? 😉

¡Os espero en Instagram!

¡Mucho amor!